En los planes que el general Tommy Franks -entonces máximo responsable del Comando Central de Estados Unidos- tenía sobre su mesa hace cuatro años, en vísperas de la invasión de Irak, se estimaba que, a finales de 2006, sólo quedarían 5.000 soldados estadounidenses en el país.
Todo un alarde de clarividencia. En noviembre pasado, Estados Unidos tenía 152.000 militares en Irak. Y ahora está enviando otros 21.500 más. Sólo la cifra conjunta de soldados de EEUU muertos (3.133) y heridos (15.129) triplica la de tropas que, según aquellas estimaciones, debería haber en Irak ahora mismo.
Ahora Franks es consejero del Bank of America, la segunda mayor entidad bancaria del mundo. Así que la guerra le queda lejos. No es ése el caso de los políticos, que tienen que explicar a sus electores por qué el paseo triunfal se ha torcido.
Algunos se lo toman con cierta serenidad. El portavoz de la Casa Blanca, Tony Snow, dijo el miércoles en una rueda de prensa: «No estoy seguro de que nada haya ido mal en Irak». Pero no parece que ésa sea una opinión muy extendida. De hecho, Irak ha desencadenado una feroz batalla política entre el Congreso -controlado por la oposición demócrata- y la Administración. Una batalla que puede marcar la marcha de la guerra en los próximos meses, dado que los demócratas de la Cámara de Representantes han decidido elevar su apuesta contra la política del presidente George W. Bush en Irak.
La ofensiva demócrata tiene varios frentes. El más inmediato fue ayer, una resolución de la Cámara de Representantes criticando el envío de los 21.500 soldados adicionales. La votación culminó cuatro agotadores días, en los que los legisladores pasaron 47 horas discutiendo. Votaron a favor 246 congresistas, entre ellos 17 correligionarios de Bush, y en contra 182, dos de ellos demócratas. Su efecto práctico será nulo. Pero su valor moral equivale a un voto de no confianza al presidente.
Con condiciones
La presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, declaró que la condena «señalará un cambio de dirección en Irak que terminará con la lucha y llevará a las tropas de vuelta a casa». El miércoles, Pelosi había planteado la posibilidad de que el Legislativo condicione la financiación de la guerra a que la Casa Blanca cumpla una serie de objetivos con respecto al entrenamiento, el equipamiento y los periodos que pasan en Irak los soldados estadounidenses.
Para la Casa Blanca, esa propuesta equivale a una declaración de guerra, además de una violación de los poderes del Ejecutivo. Aunque eso no amilana a la oposición. El senador Joseph Biden, candidato a la Presidencia en 2008 -aunque con cero posibilidades de victoria- ha lanzado otra bomba, al proponer la revocación de la resolución del 11 de octubre de 2002, en la que el Legislativo autorizó a Bush a invadir Irak.
Entretanto, el presidente del Senado, el también demócrata Harry Reid, ha dado la campanada, al convocar por sorpresa a la Cámara, hoy sábado, para votar una resolución similar a la que la Cámara de Representantes aprobó ayer. En el improbable caso de que los republicanos no lograran bloquear la propuesta, el impacto político de las críticas al presidente se multiplicaría. Y dejaría claro que Estados Unidos ha entrado en una guerra política en la que no se hacen prisioneros.
Aunque donde hay guerra de verdad es en Irak. Cinco militares estadounidenses más murieron ayer en el país, y el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, expresó a Bush su optimismo por la marcha de las operaciones militares destinadas a limpiar Bagdad de milicias, guerrillas y terroristas.