JACOBO GARCIA. Especial para EL MUNDO
MÉXICO DF.-
En San Pedro de los Aguaros no hay luz, ni carretera, ni agua, ni teléfono. Tampoco hay médico, ni maestro, pero sí prostitutas, un cura y un alcalde del PRI (Partido Revolucionario Institucional). Aunque ningún vecino sabe para qué sirve un presidente municipal, tal y como se hace llamar, llegó con el encargo de «traer la modernidad y la Justicia social» a la polvorienta aldea. Con su pistola, la Constitución y la insignia del partido en la solapa sembró el terror en el pacífico pueblo. «Plata para el amigo y plomo para el revoltoso», decía, hasta que llegó a ser diputado.
La historia de Juan Vargas, extraída de la película La ley de Herodes, fue el primer puñetazo frontal que el PRI recibió del cine. Corría el último año del Gobierno de Ernesto Zedillo (1999) y, a través de la sencilla historia de un alcalde y su pueblo, se coló la película que mejor ha explicado hasta el momento el sistema político que regía los destinos de los mexicanos desde hacía más de siete décadas.
El cine desnudó hasta el ridículo la dictadura perfecta. Pocos meses después, Vicente Fox alcanzó la Presidencia de México encabezando al conservador PAN (Partido Acción Nacional).
Lejos quedan los tiempos en que el PRI ganaba las elecciones con el 90% de los votos y contaba con 11 millones de militantes y los sindicatos más grandes y poderosos del continente. La formación nacida en 1929 para poner fin a las sangrientas luchas entre los distintos caciques de la Revolución Mexicana hace tiempo que deambula por la vida política del país, acumulando derrotas electorales y perdiendo seguidores e influencia día tras día.
«La mezcla que era el PRI de nacionalismo, populismo, liberalismo corporativismo y autoritarismo explotó. El país ya no tolera como antes los abusos», señala Roger Bartra, investigador de la Universidad Autónoma de México.
En este contexto, el histórico partido celebra mañana sus elecciones primarias para elegir al próximo presidente. Y, para ello, dos aspirantes, Beatriz Paredes y Enrique Jackson, dos históricos del partido y de la vida política del país, están enfrentados. Enfundada siempre en su huipil (ropa típica mexicana), Paredes, ex gobernadora y ex embajadora en Cuba, lidera las preferencias de los más de 18.000 delegados con derecho a voto.
A pesar de la humillación en las elecciones de julio, en las que obtuvo el 22% de los votos, en la cabeza del próximo líder del PRI está la tarea de reconducir el rumbo de la que es la tercera fuerza política en el Congreso, llamada a ser clave en las grandes reformas constitucionales (fiscal, energética y laboral, principalmente) que pretende impulsar Felipe Calderón en su presente gestión.
Entre otros retos, el nuevo presidente tendrá que dar forma al mastodóntico partido y a sus ramificaciones sindicales. Despojado de sus señas, continúa definiéndose como una formación socialdemócrata, aunque el PAN por la derecha y el PRD por la izquierda se apropiaron de los logros macroeconómicos y el discurso de la soberanía y la lucha social, respectivamente, dejando al histórico partido sin banderas.
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