«La sentencia debería haber sido más dura», se lamentó el fiscal del condado, Russ Leffler, quien había pedido 12 años de cárcel para Michael y Sharen Gravelle, la pareja que no tuvo miramiento alguno con los pequeños, que tenían entonces (2005) edades comprendidas entre uno y 14 años.

«Los golpes y los moratones se pueden curar, pero el daño psicológico puede perdurar durante un largo tiempo», precisó Leffler.

La pareja condenada tiene que pagar asimismo 11.000 dólares (unos 8.700 euros), que se utilizarán para ayudar a los niños, según informa la agencia Reuters.

El matrimonio Gravelle irrumpió en gritos durante el proceso. Michael aseguró, con el puño en alto, que él no era tan desalmado como se le había presentado en el juicio, y que no había que olvidar que la mayoría de los niños sufrían graves problemas físicos y psíquicos, por lo que los trabajadores sociales les habían recomendado que encerrarles en jaulas era lo mejor para ellos. De ahí que el matrimonio haya apelado el fallo de culpabilidad y que esté en libertad bajo fianza.

Los pequeños fueron rescatados del hogar de los Gravelle en septiembre de 2005, llevados a un orfanato, y la pareja perdió definitivamente la custodia en 2006.

Michael Gravelle insistió en lo duro que se convirtió cuidar de todos los pequeños, hasta el punto de que la situación les sobrepasó. Según Gravelle, uno de los pequeños, por ejemplo, sufría de síndrome de alcoholismo fetal, mientras que otro tenía tal desorden mental que se quería alimentar de basura. «Yo nunca he visto un comportamiento semejante. Las cosas que hacían... ¡No sabía cómo reaccionar!», relató Michael Gravelle.

Según éste mismo, las jaulas (hechas de madera y alambres) tenían la función de evitar que los pequeños se hirieran y que robaran comida. Sin embargo, la Fiscalía argumentó que la pareja sometía a los niños a continuos y severos castigos, y que más de una vez tuvieron que dormir en el cuarto de baño.

Sharen Gravelle apoyó las explicaciones de su marido y señaló que sólo querían protegerles, en especial a un pequeño que quería saltar desde la ventana. «¿Hubieran preferido que le dejáramos saltar? Lo importante es que están vivos», señaló la mujer, con el rostro inundado en lágrimas y quien, según los testimonios de los niños, era la que peor les trataba.