ISABEL SAN SEBASTIAN
Debería oírse un clamor unánime exigiendo justicia, que es tanto como decir verdad, ante la masacre terrorista de Madrid que ha empezado a juzgarse, pero ni en eso somos capaces de coincidir. Hasta las víctimas, hermanadas por el dolor insondable de perder a un hijo entre los escombros de la barbarie, llega la división que parte en dos mitades irreconciliables a esta sociedad enfurecida. Lo «extremo» en la España de hoy no es «la derecha del PP», como repiten Zapatero y sus voceros, sino la crispación que su partido y su Gobierno han llevado a la ciudadanía.
Llegaron al poder cabalgando la ola de terror provocada por el 11-M, no sin antes crispar los ánimos de los supervivientes al acusar al Ejecutivo popular de haber provocado el atentado, y crispa la inteligencia de cualquier persona bien nacida enterarse hoy de las mentiras y negligencias que han caracterizado la investigación a la que pretenden dar carpetazo y «vale ya». Llevaron la crispación a lo más profundo de muchas conciencias, propiciando un enfrentamiento abierto con la Iglesia que identifica la fe de una amplia mayoría de españoles. Se empeñaron en crispar incluso retrospectivamente, con esa Ley sobre la Memoria Histórica que hurga en las heridas cerradas para realimentar revanchas, cuando ya el tiempo y el progreso habían cicatrizado las llagas.
Crispan, enervan y ofenden gratuitamente a los aliados naturales de nuestra nación en el teatro internacional, mientras requiebran y adulan a personajes como Chávez, Castro o Erdogan. Se crispan porque quienes defendemos a cara descubierta la patria común constitucional enarbolemos con orgullo una bandera que es de todos y empleemos el himno nacional que ellos han repudiado. Han alcanzado cotas inéditas de crispación entre comunidades autónomas con una política de gestión del agua y del dinero público consistente en dar satisfacción a Cataluña y consolidar su presencia allí, a costa de perjudicar a todas las demás. Crispan sin pudor las vísperas electorales utilizando a la Fiscalía General del Estado para perseguir a alcaldes del PP, mientras ignoran a los corruptos del PSOE y protegen a los comunistas de las Tierras Vascas. Y para rematar -nunca mejor dicho- esta política de crispación, cortejan a los asesinos de ETA mientras se ensañan con la oposición democrática.
Extremo, sí, hasta límites alarmantes, es el grado de irritación del respetable ante una estrategia de provocación cada vez más evidente. ¿Hasta dónde pretenden llegar? ¿Qué es lo que se proponen? Que calibren bien lo que desean, no vaya a ser que lo consigan...
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