Faustino Martín trabajaba en el Centro Técnico de Seat cuando en 1991 ocurrió su accidente laboral. Un accidente que le dejó sin visión del ojo izquierdo con sólo 25 años. Ahora tiene 44, ha sido reubicado dentro de la misma empresa y ya se ha adaptado a la situación. Aunque en su día a día aún encuentra limitaciones.
Martín trabajaba en los talleres de Martorell, realizando pruebas de seguridad a los vehículos. Lo que más le gustaba era conducir en circuitos para probar la resistencia de los coches en condiciones extremas. Su accidente se produjo cuando estaba midiendo el esfuerzo de la palanca de cambios: tiró demasiado fuerte de una brida, se rompió y le atravesó el ojo.
Inmediatamente fue trasladado a la mutua de la compañía e intervenido de urgencia. Tenía desprendimientos internos y había perdido demasiada masa ocular.
Otra intervención quirúrgica podía devolverle parte de la visión, pero los médicos se lo desaconsejaron por su complejidad: había que introducir silicona dentro del globo ocular para mantener la presión, los resultados no estaban asegurados al cien por cien y tendría que someterse a cirugía cada dos años para cambiar la córnea.
Estuvo ocho meses de baja, lo que le permitió cuidar de su hija recién nacida (cuando tuvo el accidente su mujer estaba de siete meses). «Fue mi medicina», afirma. «No había tratamiento posible ni rehabilitación, tenía que pasar por un proceso de adaptación de visión», explica.
Los primeros meses fueron «muy duros», recuerda. Acciones cotidianas como poner azúcar al café o verter agua en un vaso eran todo un reto. «Ahora ya he cogido el truco, primero tengo que palparlo, porque sino se me cae todo fuera», señala. «Intentas hacer vida lo más normal posible, dentro de las limitaciones», añade.
La Inspección de Trabajo no sancionó a Seat porque «a priori no hubo negligencia, fue un hecho fortuito», asegura Martín.¿Se podía haber evitado el accidente? Ahora sí. Años después, salieron al mercado unas máquinas que miden la presión exacta e impiden que se les aplique más. «En principio, ese no era un trabajo que tuviera un riesgo», se lamenta.
Martín recibió una indemnización por incapacidad de cuatro millones de pesetas. Le denegaron la incapacidad total por considerarlo demasiado joven y por la posibilidad de reubicación dentro de la empresa.
Así que pasó a desempeñar un trabajo de oficina y gestión, aunque en el mismo departamento. No podía volver a conducir, lo que más echa de menos, había perdido demasiados ángulos de visión.También le quitaron el permiso de conducir camiones.