AMADEU GARCIA
Asegura que dice siempre lo que piensa y que por eso le caen tantos palos. Samuel Eto'o es así, visceral, indomable. Para lo bueno y para lo malo. El pasado domingo, Frank Rijkaard, el técnico del Barça, encendió la mecha al explicar que el camerunés se había negado a jugar ante el Racing. El martes, la bomba explotó.El delantero del Barça cargó contra todo y contra todos, se quejó de que tales afirmaciones eran «de mala persona», aunque después reiterara por activa y por pasiva que eso no iba contra el entrenador, se colocó en mitad de una guerra entre rosellistas y laportistas, formando por voluntad propia en las filas del actual presidente, y tiró con bala contra las habituales ausencias de Ronaldinho.El brasileño le recriminó que había que pensar en los compañeros y Eto'o contestó reiterando que él siempre se entrena con sus compañeros, tenga golpes o molestias.
El terremoto, que podía llegar a ser de proporciones bíblicas, fue bajando poco a poco grados en la escala de Richter. Primero, por decisión de la propia plantilla, se optó por no aplicarle sanción alguna. Por lo menos, de puertas para afuera. Segundo, se escenificó la paz con Ronaldinho con un teatral abrazo en mitad del entrenamiento, convenientemente captado por las cámaras.Y tercero, para acabar, Rijkaard, de quien se especulaba con que podría irse al sentirse desautorizado, anunciaba ayer mismo que seguirá en el Barça.
Desde el entorno de Eto'o se apunta que las ansias por volver a jugar, tras superar una grave lesión de rodilla, son las que han hecho aflorar su lado más polémico. Una faceta que le ha costado ya algún que otro disgusto en su carrera, pero que forma inseparable parte de su manera de ser como futbolista. Hoy no jugará en Valencia, se autodescartó para poder trabajar mejor en su recuperación. A partir de ahora, al parecer, desea volcar su furia sólo en el campo. Mejor para el Barça si lo hace.
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