Domingo, 18 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6272.
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El problema de la vivienda llega a la 'tele' como sátira
'La que se avecina', con el equipo de 'Aquí no hay quién viva', estará en breve en las pantallas de Telecinco
MARIVI CASANUEVA

MADRID. - La vivienda y su precio son una auténtica obsesión para todo joven en edad de emanciparse. Si además forma parte del cada día más numeroso colectivo de los mileuristas, la obsesión acaba en negra pesadilla. La angustia por conseguir el pisito; los jóvenes con síndrome de Peter Pan; los universitarios que se sienten estafados con sus salarios de miseria; los prejubilidos e, incluso, alguna atípica okupa son los mimbres de la comedia coral La que se avecina.

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La serie, sucesora natural de la existosa Aquí no hay quién viva, ha iniciado su andadura con el rodaje de los primeros capítulos y comenzará a emitirse a finales de este trimeste. Pero será en las pantallas de Telecinco y no en las de Antena 3, después de que la mayoría del equipo se pasara a la competencia. Comedia coral, casi los mismos actores y una comunidad de vecinos muy ampliada es la herencia recibida de Aquí no quién viva.

A partir de ahí, los tres guionistas -Alberto Caballero, Laura Caballero y Daniel Deorador- pretenden hacer una obra completamente nueva. La sátira en torno a los problemas de los treintañeros españoles, con una buena dosis de crítica social siempre en clave de humor, impregna toda la serie.

Los tres guionistas están en esa edad y parodian las dificultades que ellos y sus amigos han tenido a la hora de salir del cascarón protector de la casa paterna. Los salarios basura, las hipotecas a 30, 40 o 50 años o los defectos de obra de las viviendas son tan sólo algunos de los ejes de la comedia.

«Las hipotecas de ahora son una manera de vender tu alma al diablo», dice convencido Alberto Caballero, guionista y director de la serie. «Hay cabreo social al respecto y es donde quiere entrar la serie, pero también queremos contar la sensación de vacío que sienten los jóvenes cuando dan el salto a la madurez», añade Caballero.

Y sigue reflexionando sobre la gente de su generación «que no sabe ni poner la lavadora», sobre «la estrategia de la garrapata», consistente en «quedarse en casa de los padres hasta que, hartos, deciden marcharse a la casita de la playa y dejarles el piso de la ciudad, sin olvidar a los que conviven con la abuelita, en espera de heredar a su muerte un techo en pleno centro».

«Somos la generación que ha tenido una infancia con más calidad de vida, y que después de la univesidad se ha encontrado con salarios basura y pisos a 6.000 euros el metro cuadrado», dice Caballero. De ahí la frustración y la sensación de estafa.

De los 25 actores de la serie, unos 12 son treintañeros y «los modernos colonos de una nueva construcción», acompañados por agraciados con el éxito rápido, por firmes defensores de la familia tradicional, por prejubilados a edad temprana y por alguna que otra abuelita con veleidades okupas.

Los telespectadores se reencontrarán con Malena Alterio en el papel de Cris, abandonada por su novia en vísperas de la boda, que no puede hacer frente en solitario a la hipoteca y que termina de inquilina en el mismo edificio. Es una Bridget Jones a la española, que acaba compartiendo casa con otro perdedor (Roberto San Martín). Un inmigrante sin papeles, gay, que sirve copas en un bar de ambiente, pero que ve la vida con más optimismo que su compañera.

Como contrapunto está la joven pareja casada y con tres niños (Eva Isanta y Pablo Chiapella), «animales de edificio, pijos del quiero y no puedo, donde lo importante es el coche y el bolso», en palabras de Caballero. Muy conservadores, pero revestidos de modernidad, son firmes defensores de la familia y se dicen muy felices. Pero pronto se descubrirá que no lo son tanto.

En el punto intermedio se sitúa otra pareja (Macarena Gómez y Antonio Pagudo), el paradigma de la generación para los guionistas. Como no tenían suficiente con sus propios problemas, los suegros, prejubilados a edad temprana, se mudan también al edificio. La madre (Beatriz Carvajal) tiene el síndrome del nido vacío, no lleva muy bien la inactividad e intenta organizarle la vida a su nuera. Su marido, en cambio, disfruta de la comodidad del sofá y de la versatilidad del mando a distancia.

No faltan los personajes arriesgados, los vecinos malos, muy malos, envidiosos, algo paranoicos, dispuestos a amargarle la vida al resto de la comunidad. Alberto Caballero los define como «muy fachas, el retrato de una nueva generación de radicales y fatalistas».

También hay bajos con jardín, dando pie a la sátira por la falta de privacidad. En uno de ellos viven los personajes ecarnados por José Luis Gil e Isabel Ordax, que forman una pareja atípica. Viven juntos después de separarse.

Y qué decir de actores fantásticos como Eduardo Gómez, Mariví Bilbao, Genma Cuervo y Enma Penella. Pues que les volverán a sorprender y en sus nuevos papeles.

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