Domingo, 18 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6272.
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En un Estado totalitario se ocultará a la gente todo lo que pueda crear descontento (Friedrich Hayek)
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Teri Hatcher
LA PALMADA DE PAPA BUSH EN SU TRASERO FUE INOCENTE
FERRAN VILADEVALL. Los Angeles (EEUU)

Todo el mundo es inocente hasta que se demuestra lo contrario. Ése es el precepto básico sobre el que baila el país en cuanto a materias criminales. Pero claro, cuando hablamos de amores, dichas y desdichas de los famosos, el baile es muy diferente: todos son culpables hasta que lo desmienten. Ése es el caso de Teri Hatcher -una de las Mujeres desesperadas- y el ex presidente George Bush (sí, el padre). Ambos fueron cazados por el ojo indiscreto de los paparazzi en el aparcamiento de un restaurante del lujoso Beverly Hills, la semana pasada. Se despedían después de una comilona con motivo de la visita de Bush a California para recoger el Ronald Reagan Freedom Award. Efusivos, mostraron su buen rollo con un beso que Bush Sr. culminó con unas palmaditas en el culo de la actriz de 42 años. El gesto, cachondo, despertó los instintos más bajos de las hordas de autoproclamados periodistas que viven de diseccionar las vidas y hechos de los famosos. Sobre todo, porque llegaba de Bush que casi le dobla en edad (tiene 82), mientras estaba rodeado de agentes del servicio secreto. Viva la discreción, debieron pensar.

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Inmediatamente las lenguas viperinas empezaron a sisear, sospechando que Hatcher estaba verdaderamente desesperada. Como no hubo reacción por parte de los implicados, el ruido de las hipótesis terminó por ser ensordecedor. Hasta esta semana que forzada por los hechos, la actriz decidió hablar. Lo hizo con el Washington Post. Se supone que por el tirón que tiene el apellido Bush en la capital. Según sus palabras, escritas en un detallado e-mail, todo se ha sacado de madre. «El beso fue inocente, no hubo nada que no fuera apropiado», escribe. Es decir, son sólo amigos. Una amistad que tiene ya varios años de antigüedad, iniciada en Las Vegas durante una de las muchas galas y celebraciones que ocurren en la llamada ciudad del vicio, «con la intención de involucrarse en las muchas actividades benéficas» en que Bush y esposa participan. «Se ha portado muy bien con mi familia», siguió Hatcher, «pero lo más importante es que en este momento de su vida tiene ganas de aportar cosas buenas al mundo, y eso me enorgullece». Palabras que no deben interpretarse como una ironía y más si contamos que la actriz está registrada como independiente, es decir, no afiliada a ninguno de los dos partidos que copan el espectro político estadounidense.

Pero hay más. Si los deseos de hacer el bien son la excusa, la realidad es mucho más tierna. En su intento de aclarar la naturaleza de sus encuentros con Bush -que ha habido varios-, Hatcher reconoció haberse reunido con ellos en Kennebunkport, Maine, para ir de pesca; disputar partidas de golf y demostrar que su talento va más allá del que muestra semanalmente en la pequeña pantalla, concretamente en la repostería. A cambio, Bush padre le enseño a la hija de ella a montar en Segway, ese patinete futurista. Todo muy inocente.

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