Hay libros enteros consagrados a recopilar las meteduras de pata de Silvio Berlusconi, tan profusas y originales que han dado lugar a un género propio: las berlusconadas, como las llaman en Italia. La última berlusconoda de Il Cavaliere, 1,67 metros, la que le ha llevado a ser nuevamente objeto de mofa mundial, mide 1,80 metros, es morena, tiene 30 años y responde al nombre de Mara Carfagna.
Sí, ella es la guapa ex azafata y presentadora de televisión que en abril pasado cambió la pequeña pantalla y la nómina de Mediaset (el imperio televisivo de Berlusconi) por un puesto como honorable diputada del Parlamento en las filas de Forza Italia, por lo que a fin de cuentas sigue teniendo el mismo jefe. Y ella es la hermosa dama a la que el irrefrenable ex presidente y hombre más rico de Italia recientemente dedicó aquel piropo que desató la furia de su señora. «Miradla: si no estuviera casado me casaría corriendo con ella». Estaban en plena gala de unos premios de televisión. «Y yo le respondería que sí sin dudarlo, pero sólo si no estuviera ya casado y fuese de mi edad», respondía ella al requiebro, dejando caer discretamente los 40 años de diferencia.
Ya saben el resto: Veronica Lario, mujer de Berlusconi, montó en cólera ante el enésimo galanteo de su marido y le exigió disculpas públicas a través de una carta divulgada en La Repubblica, periódico abiertamente hostil a Il Cavaliere. Berlusconi cedió a las presiones de su mujer y le pidió excusas.
Desde entonces toda Italia y buena parte del mundo se preguntan quién es la tal Carfagna y qué relación mantiene exactamente con el hombre que, según la revista Forbes, es el 69 más rico del mundo (11.000 millones de dólares). El revuelo ha llegado hasta el New York Times, que publicaba ¡en primera página! una foto de la ex showgirl (y, según el rotativo, presunta amante de Berlusconi) junto a Il Cavaliere durante la sesión de apertura de la nueva legislatura parlamentaria. «Se ha desencadenado la caza a la amante del político famoso», se quejaba el pasado miércoles la Carfagna en una entrevista al Corriere della Sera. «Es triste ser atacada porque una es mona y hace política para la coalición que lidera Berlusconi», se quejaba La Pasionaria de derechas, como la han bautizado en Italia.
Su historia no difiere mucho de la de la mayoría de las chicas del mundo del espectáculo. A saber: afirma que siempre quiso ser artista, que ha trabajado muy duro para lograrlo, que ha estudiado danza y piano... Empezó, como tantas, moviendo el culo como bailarina en programas de la RAI (la televisión pública). Su gran oportunidad le llegó en 1997, a los 21 años, cuando fue concursante de Miss Italia. Quedó entre las seis finalistas. Al año siguiente se tomó la revancha, participando de nuevo en Miss Italia... sólo que esta vez como presentadora.
Una cosa diferencia a Mara Carfagna de la mayoría de las starlets al uso. Ella siguió estudiando hasta licenciarse en Derecho. También en su carrera artística supo dar el salto, pasando de programas de contenido frívolo a espacios de mayor calado como Domenica del Villaggio, un programa en el que repasaba la cultura, las tradiciones y la gastronomía de las más variopintas localidades italianas.
¿Y el salto a la política? «Bueno, siempre he sido militante de Forza Italia», asegura la interpelada, que niega ser una protegida de Berlusconi. «No soy una enchufada. Desde hace tres años trabajo para Azzurro Donna (la sección femenina de Forza Italia), y desde hace dos soy coordinadora regional de campaña. No me han elegido por mi cara bonita. Entiendo el enfado de los que no han logrado un escaño, pero yo no he caído del cielo».
Forza Italia está llena de personas que, como la Carfagna, antes estaban en la nómina de Mediaset. Al fin y al cabo, cuando en 1994 Berlusconi decidió entrar en política y crear su propio partido se vio obligado a reclutar a muchos de sus empleados. Ahí está por ejemplo Elisabetta Gardini, portavoz parlamentaria de Forza Italia y ex presentadora de televisión. Cuentan los rumores que Il Cavaliere quería que su puesto lo ocupara Mara, pero la Gardini se puso tan furiosa que Berlusconi optó por dejar las cosas como estaban. La nueva niña mimada del ex presidente italiano se ha tenido que conformar con el cargo de secretaria de la comisión parlamentaria de Asuntos Constitucionales. Por ahora.