C. ALVARO ROLDAN. Corresponsal
BERLIN.-
Julio Chávez ya fue aclamado en la Berlinale de 2006 por su oscuro papel en El custodio, de Rodrigo Moreno. Ayer, su trabajo en El otro le valió el trofeo al mejor actor del certamen. Días antes de conocer su premio, conversó con EL MUNDO.
Pregunta.- En El otro, como en El custodio, su trabajo parece llevar el peso de la película...
Respuesta.- Son relatos que no tienen nada que ver. El custodio hablaba de un hombre que siempre parece a punto de explotar. Uno se sorprende de la capacidad que tiene ese hombre de esperar. ¿Qué hace todo el día? Espera. El personaje de El otro es un hombre común, mucho más expresivo, menos autista. Tiene la neurosis media, es un buen tipo, sereno, feliz. Ama a su padre, a su mujer, su trabajo, y quiere tener el hijo. Lo que me interesó es que se topa con el hecho de que nos vamos, envejecemos. No puede escapar a la angustia que eso le produce. Y tiene la fantasía de suponer que, tal vez, si fuera otra persona, no le pasaría.
P.- ¿Es un ingenuo?
R.- Tiene algunos resabios infantiles. Hay personajes blancos y personajes negros. El de El Custodio era un personaje negro, el de El otro es blanco. Tiene miedo pero está agradecido a la vida, no es un resentido. No está acostumbrado a hablar de sus conflictos, o sobre las cosas que le pasan. Eso creo que es bastante masculino. Sobre todo cuando hablamos de la edad y el tiempo. Las mujeres tienen millones de salidas para articular todo eso. Pero el hombre es pudoroso y cuando lo manifiesta se siente mucho más vulnerable.
P.- ¿Habla de sí mismo?
R.- Por supuesto. Todo lo que hago como actor tiene algo de mí. Todos, cuando estamos solos en casa, nos bañamos, nos miramos en el espejo y caemos en el paso del tiempo y en el cambio del cuerpo. Y aunque digas «¡eh, estoy bien todavía!», ese pensamiento imprime. La mujer lo dice, deja ver que se preocupa por ello. En el hombre, los asuntos que tienen que ver con el cuerpo quedan enterrados por pudor.
P.- ¿Qué significa eso de cine de autor para un actor?
R.- No elijo jamás un trabajo considerando si la película va a resultar comercial o no. El problema de la industria del cine no es el mío como actor y me ocupo mucho de que no afecte a mis decisiones. Cuando agarro un proyecto es porque me gusta lo que tengo que contar. Y si lo que tengo que contar lo van a ver 40 personas, bien está. Si lo van a ver millones, bien está.
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