«El jurado ha premiado un determinado cine alejado de los elementos comerciales. Rescata la esencia del propio Festival de Berlín y dice que lo más importante sigue siendo el cine», aseguraba un sorprendido y emocionado Rotter tras recoger su premio, poco después de haber recibido en nombre de Julio Chávez el Oso de Plata al mejor actor. Chávez, con ascendientes alemanes, apenas pasó unas horas por la Berlinale. Pero ayer dejó una nota que leyó Rotter: «Me siento presente en Berlín, a pesar de que mi padre, nacido en 1921 cerca de Potsdamerplatz, tuvo que marchar en 1937».

El premio a la mejor actriz fue a parar a manos de Nina Hoss por su fantasmal interpretación de una contable en el filme germano Yella, de Christian Petzold. Una película que, por cierto, se ganó los abucheos de los críticos presentes tras su proyección. «Ni por un instante pensé en ganar», confesó la actriz, quien estaba convencida de que se impondría la cantante británica Marianne Faithful por su papel de trabajadora sexual en Irina Palm.

«Desde que intento aprender a hacer películas, sé que debo entregar sueños a la gente. Hoy es uno de los sueños más bellos que se ha convertido en realidad», dijo ayer Wang Quan'an al recibir su galardón junto a su actriz y musa Yu Nan. Juntos viajaron a la Mongolia profunda para contar la historia de Tuya, una mujer que se ve obligada a buscar un nuevo marido ya que el suyo, más mayor que ella, ha quedado impedido tras un accidente.

El realizador chino recibió el premio de manos del presidente del Jurado, el también director de cine Paul Schrader, y deseó «un muy buen año nuevo» a todo el auditorio del Berlinale Palast, haciendo así referencia al calendario chino.

No hacía falta mucho más para demostrar la legitimidad del premio que señala a un filme emotivo pero comedido. Wang Quan'an, autor también de Eclipse de luna, contó con un elenco de actores prácticamente aficionados que le ayudaron a llamar la atención sobre la forma de vida de los mongoles, los grandes olvidados de la carrera hacia el progreso de Asia.

Otro de los triunfadores del año es el protagonista de El otro, el gran Julio Chávez, que ya dio que hablar en 2006 en la Berlinale con su papel en El custodio. Este año ha vuelto a Berlín para hacer un viaje existencial a través del tiempo y la corrupción del cuerpo de un hombre corriente que acaba de saber que va a ser padre.

Esa noticia y la presencia de un padre impedido al que tiene que ayudar en casi todos los aspectos de su vida cotidiana le llevan, durante unos días, a hacerse pasar ingenuamente por otras personas para descubrir finalmente que el resto de los seres humanos, tiene los mismos problemas que él. La historia, por tanto, es todo un ejercicio de cine de autor en el que el peso lo lleva el rostro del actor argentino y donde apenas hay diálogos.

Claustrofobia bélica

Más discutido fue el Oso de Plata al Mejor Director, que recayó en el israelí Joseph Cedar, por la película Beaufort. El cineasta recogió el premio con el mismo solideo en la cabeza que lucía en el día de la proyección para la prensa.

Beaufort es un filme de guerra en el que al enemigo -la milicia libanesa de Hezbolá- no se le ve pero se le escucha (en forma de sus cohetes katiushas) y que se sitúa temporalmente poco antes de la retirada de Tel-Aviv del sur del Líbano en 2000. Sin embargo, el director asegura a quien quiera oírle que su cine es «apolítico», por mucho que su kippá cubra su pelo rapado al uno. Ayer, de hecho, dijo que desea que Israel «tenga el coraje de detener la guerra».

Lo que sí es Beaufort es una película opresiva que gira en torno a un grupo de soldados del Tsahal (Ejército israelí), que no dudan en criticar a unos políticos que les mantienen ocupando el país vecino y que lo único que desean es volver sanos y salvos a casa.

El palmarés también hizo sitio a la escocesa Hallam Foe, Oso de Plata a la mejor música, a The good shepherd, del derrotado Robert de Niro, premio por su Contribución Artística, y al filme indio Vanaja, de Rajnesh Domalpalli, señalada como la mejor opera prima del año.

El premio Alfred Bauer, en memoria del fundador del Festival Internacional de Cine de Berlín, recaló en una de las apuestas de su director, Dieter Kosslick, la coreana Soy un cyborg pero no importa.