Ha llegado un momento en que lo que dice Fabio Capello suena a nada, como el fútbol del equipo que en el rocambolesco intento de ser reconstruido está siendo destrozado. Salvo contadísimas excepciones, como la del portero, todos los jugadores que se encontró el italiano (y los que le trajeron) cuando llegó al Real Madrid valen hoy menos. Mucho menos.
Los dueños del vestuario no tenían ganas de hablar después del partido. Ni siquiera acudieron a los micrófonos para reclamar un poco de atención del arbitraje. Por sus cabezas se agitaba la sensación de que esto no marcha y de que cada vez se hace más complicado no ya disfrutar, sino sacar algo del esfuerzo y del tirar de riñones, un asunto prioritario en la pizarra de Capello, pero que da un resultado horrible: el peor Madrid en su casa de la historia: tres derrotas y tres empates. Se han ido ya del Bernabéu nada menos que 15 puntos. El dato es demoledor, tanto como el hecho de haber marcado un solo gol en los últimos cuatro partidos en casa. Llegados a este punto de perversión futbolística, de lógica histórica, hoy domingo los madridistas están un poco más perdidos que el entrenador. El Sevilla recibe al Atlético: si ganan los andaluces, malo; si ganan los madrileños, casi peor. El Barcelona visita Mestalla: si ganan los catalanes, palo en las costillas; si lo hacen los de casa, el golpe es directo a la cabeza.
¿Papá, por qué somos del Madrid? La afición blanca abandonó el estadio con el aspecto de haber salido todos del dentista después de una endodoncia. Decenas de miles de zombies (el Bernabéu se llenó) salieron por las puertas sin saber muy bien qué es lo que había pasado y cómo serían las horas posteriores al efecto adormecedor.
Hubo pañolada, por supuesto, pero lo malo es que que ya hay costumbre. Deberían estar más preocupados de lo que aparentan (lo están tal vez) los destinatarios de las quejas. Hubo bronca, aunque no tan ruidosa como cuando ganó el Levante 15 días antes. Y fue más liviana porque la gente está harta hasta de gritar. Influyó tal vez el hecho de que no se conectó la calefacción en la primera parte. La grada comenzó a congelarse y así se reacciona con más dificultad.
Tras el empate Mijatovic arremetió contra los arbitrajes. Es lo que queda. «Nos nos ayudan nada, y en el Bernabéu hay cosas que no se pueden permitir». La llamada a las armas sonó a intervención de urgencia para desviar atenciones. Ni un rincón a posibles errores propios porque no es cuestión de decir que se juega a las tabas (y mal) a tres días de venir el Bayern de Múnich, que también juega a las tabas (incluso peor que el Madrid).
Capello no presentó su dimisión, faltaría más. No había dudas, la verdad; y más, conociendo como él conoce los planes que Calderón tiene para él a partir de la próxima temporada. El presidente se aburre tanto como el resto (se lo ha buscado), pero esperará hasta junio para anunciar a bombo y platillo otro proyecto de esos que enamoran. Sabe que su popularidad, entre unas cosas y otras, está bajo mínimos, y que incluso si se ganara algún título, la afición no le perdonaría que mantuviese a un entrenador que ni siquiera es capaz de cambiar petardos por puntos.
Porque lo peor que le puede pasar a la afición es que después de partidos como el de ayer, el técnico de turno, se llame como se llame, no salga a la palestra a decir algo parecido a: «Hemos jugado mal, no entretenemos a nadie, pido perdón y de verdad que voy a intentar mover piezas e ideas para cambiar esto». Nada de eso. Capello dijo que los árbitros son malísimos, que la tarjeta a Beckham fue «excesiva» y que no sacó a Fulano o a Zutano porque el martes viene el B.
El Madrid estudiará a partir de hoy la posibilidad de recurrir la roja a Beckham, aunque en realidad al propio Capello tampoco le parecería un gran inconveniente no poder contar con el inglés y dar entrada de nuevo a Diarra, que es lo que pasa por su cabeza. Diarra regresará ante los alemanes.
Sergio Ramos sufre un fuerte golpe y es seria duda para el encuentro de Liga de Campeones. Es posible que se acuerde de que está Míchel Salgado, pero anoche volvió a dar un zarpazo moral al lateral gallego cuando ni siquiera le sacó en lugar del andaluz.