ZARAGOZA 1
VILLARREAL 0
César
Diogo
Sergio
G. Milito
Juanfran
Zapater
Movilla
D'Alessandro
Oscar
Sergio García
D. Milito
Cambios: Nery por Oscar (min. 64)
Lafita por D'Alessandro (min. 84)
s.c.
Chus Herrero por D. Milito (min. 90)
s.c.
Barbosa
Javi Venta
Fuentes
Q. Alvarez
José Enrique
Josico
Senna
Cani
Mati Fernández
José Mari
Tomasson
Cambios: Marcos por Cani (min. 62)
G. Franco por Tomasson (min. 62)
Forlán por Mati Fernández (min. 76)
Arbitro: Fernández Borbalán
Tarjetas amarillas: Diogo, Juanfran, Nery, Quique Alvarez.
Tarjetas rojas: No hubo.
Goles: 1-0: Diego Milito (min. 31).
LA ROMAREDA. 20.000 ESPECTADORES.
ZARAGOZA.- En época de carnaval es imprescindible tener una murga. En manos de su propietario, puede convertirse en un instrumento musical perfecto para satirizar o, por el contrario, en una insoportable y patética comparsa que no pinta nada con el disfraz. Ayer, el Villarreal prefirió la segunda opción y el resultado de su propuesta no fue, ni por asomo, gracioso. Más bien penoso, triste y olvidable.
La chirigota del Zaragoza sacó los colores a los amarillos. Basándose en una sintonía pegadiza y en un coro de cantantes que no desentonaron en ningún momento, pusieron en entredicho el juego de la escuadra villarrealense e incluso se burló de ella de forma inmisericorde. La tercera derrota consecutiva del Villarreal deja en evidencia que Europa es una utopía, y que el único objetivo de aquí hasta el final es sobrevivir como sea al tormento de la Liga.
Siempre queda la ambición. Cuando el rival aprieta, cuando no hay ideas, cuando crear peligro es absurdo, queda la rabia. A veces es la mejor opción, la más efectiva. El camino más rápido. Pero para el Villarreal, todo esto no es sinónimo de efectividad. Tomasson tuvo una ocasión de gol clarísima, aunque eso no significó que marcara. El danés aprendió ayer a convivir con José Mari en la punta de ataque, en una decisión bastante arriesgada por parte de Pellegrini.
Al entrenador amarillo le dio por innovar. Dejó en el banquillo a Forlán y Marcos, sus dos hombres más impredecibles, y apostó por el músculo. Su propuesta no era del todo negativa, pero cometió un problema de principiante: cambió las piezas pero no el puzzle. Es decir, su esquema táctico no varió, pero sí los jugadores. Y eso acaba notándose en el juego.
Que se lo digan a Barbosa. El portero argentino tuvo más trabajo del habitual. Si no fuera por él, entre Diego Milito y Sergio García habrían masacrado a la zaga amarilla. En defensa, los argumentos eran nulos, aunque también en ataque.
Se veía venir. Tantos despropósitos juntos no eran normales y presagiaban un desastre en forma de gol. Zapater envió el esférico al palo tras el enésimo fallo de la zaga amarilla, que se quedó aliviada en vez de ir a por el rechace. Quien sí fue a por el balón fue Diego Milito, que marcó a placer. El Villarreal no encontró la respuesta. Siguió en la inopia, sin un gramo de fútbol y con Riquelme ya en Buenos Aires dispuesto a debutar con Boca Juniors.
Es lo que tiene prescindir de las estrellas. Que no hay argumentos y menos ante un rival como el Zaragoza que sí tiene claros todos sus objetivos. De hecho, son los más altos porque tiene fútbol para aspirar a la zona de la Liga de Campeones.