Domingo, 18 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6272.
ÚLTIMAS NOTICIAS TU CORREO SUPLEMENTOS SERVICIOS MULTIMEDIA CHARLAS TIENDA LOTERÍAS
Primera
Opinión
España
Mundo
Deportes
Cultura
Toros
Comunicación
Última
Crónica
Nueva economia
Índice del día
Búsqueda
 Edición local 
M2
Catalunya
Baleares
 Servicios 
Traductor
Televisión
Resumen
 de prensa
Hemeroteca
Titulares
 por correo
 Suplementos
Magazine
Crónica
El Cultural
Su Vivienda
Nueva Economía
Motor
Viajes
Salud
Aula
Ariadna
Metrópoli
 Ayuda 
Mapa del sitio
Preguntas
 frecuentes
En un Estado totalitario se ocultará a la gente todo lo que pueda crear descontento (Friedrich Hayek)
 ESPAÑA
Los martes a la sombra
Piden cárcel para Cándido y Morala, dos históricos sindicalistas de Naval Gijón que inspiraron 'Los lunes al sol', acusados de romper una cámara de vigilancia en 2005
PEDRO SIMON

MADRID.- Era la calle una sartén hirviendo con palomitas de piedra y se batían los obreros juntos pidiendo trabajo como una madre que arañase la tierra. Pasaba un jueves sí y otro también, en aquellos meses entre octubre de 2004 y marzo de 2005 en que los astilleros de Naval Gijón veían secarse sus ubres de hierro y 112 familias se remangaban de sed adelantada. Porque la brisa del mar olía a paro.

Publicidad
Allí estaban con su gente Cándido y Morala, dónde si no. Pidiendo carga de trabajo, todos como subcomandantes Marcos astures que levantaran barricadas contra el cierre y la reconversión. Lo de menos es hoy aquella cámara de control del tráfico rota a patadas. O el coche aquel desvencijado que llevaba abandonado dos años y que alguien incendió. Lo de más es que aquel tumulto de manos encallecidas no se vuelva a levantar.

El 11 de marzo de 2005 el Ayuntamiento de Gijón (PSOE e IU) tiró la piedra con la denuncia por lo de la cámara dañada y lo del vehículo. Y la Policía y los que proyectan sueños urbanísticos en la zona de Poniente -donde se ubican los 300.000 metros cuadrados del astillero que se emperra en no morir- quieren que Cándido y Morala se coman el marrón: cuatro años por lo primero, pidió la Fiscalía el 30 de enero; dos y medio por lo segundo el 12 de febrero.

Aunque La Voz de Asturias aseguraba ayer que la condena será de tres años, lo cierto es que la comunicación oficial de la sentencia se hará mañana. «No hicimos nada. Los carroñeros, los que dilapidan fondos públicos y nos mandan al desempleo no van a prisión. Nosotros sí. Es un honor que te encierren por defender el trabajo y el pan de todos», coinciden Cándido y Morala. Entre los compañeros hay quien teme que, después de los lunes al sol, vengan los martes a la sombra.

Son Cándido González Carnero y Juan Manuel Martínez Morala trabajadores con conciencia de clase en tiempos de sindicalismo de cartón piedra, esa clase de gente que sólo da la mina o la Naval.

Ex secretario general de la Corriente Sindical de Izquierdas el primero y secretario general el segundo, a ambos la empresa se los ha intentado quitar de en medio más veces. A Morala le obligaron a hacerse técnico de control de calidad, para mandarlo bien lejos, a Ucrania -empaquetadito con lazo si hacía falta- a inspeccionar una obra. A los dos les echaron ilegalmente con poco más de 50 años. Todo en vano. Porque denunciaron, y al menos a Morala ya se le ha dado la razón.

Acostumbrados al blanco y negro, el color lo puso Fernando León de Aranoa en 2000. Llegó el cineasta para preparar una película que hablaría de los desempleados del sector naval. Era cuando se ventilaba una nueva reducción de plantilla. La asamblea definitiva duró ocho horas y León de Aranoa rodó el suicidio: se aceptó una solución que supuso que 200 eventuales fueran despedidos junto a más de 270 personas de plantilla fija, todo bendecido por CCOO y UGT. Una imagen: tras dos meses de huelga, presionados, muchos padres votaban para echar a sus hijos.

De allí salió Los lunes al sol. Aranoa, con las manos como de obrero. Los trabajadores, con un desasosiego de película.

A Cándido González le pillamos precisamente en lunes, al sol del prejubilado a la fuerza, mientras anda reunido en la asamblea semanal que se celebra justo este día (no podía ser otro) con los incombustibles compañeros de Naval Gijón.

«Siempre nos opusimos a la reconversión y denunciamos la especulación que se quiere hacer con estos terrenos del astillero, los pisos de lujo con vistas al mar que quieren levantar entre las playas de Arbayal y Poniente», cuenta Cándido. «Por eso tanto el Ayuntamiento, la Policía y la Delegación del Gobierno nos quieren retirar. Y para eso sirve una cámara rota o un coche quemado por quien sea. Porque somos unos tocahuevos a nivel político».

Pelear sirve. Lo cierto es que después de aquellos convulsos jueves de 2005, la propietaria Pymar (Pequeños y Medianos Astilleros, Sociedad de Reconversión) contrató la construcción de cuatro buques portacontenedores para un armador alemán, Naval Gijón sigue viva y de ella come un centenar de familias.

Dice la brisa otra vez que vienen mal dadas a medio plazo. Y que sobran Cándido y Morala.

Los 350 folios de las diligencias realizadas tras la denuncia de Sice, la compañía dueña de la cámara, y del Ayuntamiento gijonés («si tenemos esta izquierda mandando en el Consistorio, para qué queremos la derecha», dice Morala) recogen contradicciones de los agentes, no incluyen pruebas clave y sólo dan crédito al dispar testimonio de los antidisturbios. Uno de los policías ha sido denunciado incluso por los dos sindicalistas: estuvo con ellos una cumbre antiglobalización de Barcelona, infiltrado como activista, y ahora ha declarado contra ellos. Ah, la puñetera cámara. Es esa que está en la plaza que hay frente al astillero y que se instaló oficialmente para controlar el tráfico (y de paso grabar a los manifestantes). «Los compañeros se habían quejado mil veces de lo que hacía, hasta nos grababa dentro del trabajo», dice Cándido. «A la gente se le debió de cruzar el cable y tocó ese día que la mandaran a tomar por saco».

La factura del malparado objetivo asciende a 5.624 euros; la del coche quemado, a 3.190. Se les acusa a los sindicalistas de un delito de desórdenes públicos y de dos, de daños públicos, uno con el agravante de utilización de «explosivos», leáse petardos. Y hay seis años y medio de cárcel solicitados reclamando reo.

«Aquí quieren construir y a todos los han echado. Quedamos los incordiones. Quieren cerrarnos como a las minas. Porque nunca les hemos dado ni un metro», comenta Morala. «Los trabajadores de Naval Gijón no ceden ni un metro para especular y que nos quiten el trabajo».

Los obreros se autoinculparon todos a una como causantes de los destrozos, pararon las máquinas los dos días de juicio abandonando en silencio la mole, y fueron en tropel, como un ejército de mandíbulas prietas, a hacer pasillo a los campeones.

«No tienen cojones a meteros en la cárcel, Cándido». «Qué pena que pase esto en el siglo XXI, compañeros». «Venga, joder, que todos somos Cándido y Morala».

Nadie vio allí a la izquierda acusadora del Ayuntamiento que en otro tiempo les palmeaba la espalda. «Estamos procesados por un gobierno de izquierdas por defender al obrero», denuncia Morala. No apareció Montes Estrada, antiguo compañero de Naval -cuentan que de los duros- y hoy número uno de IU en Gijón con despacho en el Consistorio.

Y así pasa ahora que, desde la película, en Naval Gijón todos temen los lunes con sol. Porque nunca se sabe si será éste el último en que toca fichar, el inicio del paro. El «abstenerse los mayores de 35» que insultan los anuncios. El abrir la puerta de casa y tener que encogerse de hombros cuando tu compañera pregunta: «¿Qué, cariño, te salió algo?».

«El desempleo a esta edad conlleva una angustia tremenda», le cambia la voz a Cándido. «No sólo para nosotros, sino para la familia entera. Es un auténtico drama, y hay que vivirlo para entenderlo. Porque a estas edades nadie te quiere dar trabajo y no ves el fondo del pozo. Si te quitan el trabajo, te dejan sin nada».

En el barrio lo saben todos y cada uno ha ido arrimando su fueguito a la puerta de los juzgados, en una hoguera asamblearia y creciente. El día en que hubo un rescoldo de mil soles, en el juicio por lo de la cámara, la hija de Cándido, de 15 años, se emocionó: había parados allí. Y hasta compañeros jugándose el puesto.

Más tarde, dictó sentencia.

- Estáis juntos... Tranquilo, papá, que no vais a ir a la cárcel.

recomendar el artículo
portada de los lectores
copia para imprimir
Información gratuita actualizada las 24 h.
 SUSCRIBASE A
Más información
Renovar/Ampliar
Estado suscripción
Suscríbase aquí
Suscripción en papel
  Participación
Debates
Charlas
Encuentros digitales
Correo
PUBLICIDAD HACEMOS ESTO... MAPA DEL SITIO PREGUNTAS FRECUENTES

elmundo.es como página de inicio
Cómo suscribirse gratis al canal | Añadir la barra lateral al netscape 6+ o mozilla
Otras publicaciones de Unidad Editorial: Yo dona | La Aventura de la Historia | Descubrir el Arte | Siete Leguas

© Mundinteractivos, S.A. / Política de privacidad