Domingo, 18 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6272.
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CONVULSION EN ORIENTE PROXIMO / Choques en el seno del islam
La lucha sectaria se agudiza en el Líbano
Los enfrentamientos entre la aldea chií de Loube y la suní de Arsal son un reflejo de la creciente tensión sectaria que alimenta la crisis política en el 'país de los cedros'
JAVIER ESPINOSA. Enviado especial

ARSAL (LIBANO).- Durante la contienda fraticida de los 70 y 80, los habitantes de Arsal y Loube lucharon «en la misma trinchera», como admite Mohamed Rabej, un miliciano de Hizbulá de 45 años. «Arsal tiene 400 shahid [mártires]», afirma el también habitante de Loube en referencia a las víctimas mortales que dejó aquella guerra civil en el poblado aledaño.

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Sin embargo, la propia parafernalia ideológica que se advierte en los dos villorrios confirma la profunda escisión que se ha generado entre sus vecinos. La fitna (división) echa raíces en el Líbano. En Arsal son comunes los retratos de Rafik y Saad Hariri, pero también de Sadam Husein al que califica en los carteles de «mártir de la nación musulmana». Los muros de Loube y hasta el pequeño tenderete donde Rabej vende cigarrillos están decorados con fotografías de Hasan Nasrala y banderas amarillas del movimiento chií.

«Mire, una de las balas de kalashnikov que quedaron tiradas por aquí», asegura uno de los habitantes de Loube. Los pobladores de Arsal también exhiben pruebas de lo que califican como «agresión». Mohamed Fleiti, de 33 años, porta una enorme brecha en la ceja que le ha ennegrecido todo el ojo. «No me atrevo a ir al hospital porque hay que pasar por Loube», apunta.

Sin percatarse de la trágica ironía que encierran sus palabras, en lo único que coinciden los dos bandos es en su lúgubre vaticinio sobre el futuro. «Nos estamos conteniendo pero no podremos aguantar estos ataques por mucho tiempo. No queremos, pero nos están empujando a la fitna», admite Rabej. «La fitna ya es un hecho y muy pronto llegaremos a la confrontación», afirma Ahmed Ibraide, un líder del Movimiento Futuro -el partido de Saad Hariri- en Arsal. La refriega que protagonizaron los paisanos de Arsal -suníes- y los de Loube -chiíes- el día 14, que dejó una decena de heridos, no era la primera de su género que se registraba en la zona. «Es la cuarta vez que pasa en poco más de un mes. No se trata ya sólo de peleas a pedradas sino a tiros», explica Rabej.

La tensión sectaria que se aprecia entre ambas villas, sitas al norte de Baalbek -en pleno Valle de la Bekaa- es tan sólo un reflejo del carácter confesional que está adquiriendo la crisis política libanesa, que amenaza con reproducir la sangrienta división entre suníes y chiíes que azota a Irak.

La confrontación entre estas dos comunidades es quizás la principal novedad del marasmo que atenaza al país árabe desde el asesinato de Rafik Hariri en el 2005, ya que incluso durante la última contienda de civil los combates entre milicias libanesas suníes y chiíes fueron escasos. En 1985, los activistas de Amal arrebataron el control de Beirut oeste a los Murabitun, el grupo armado suní más significado de la época eclipsando la influencia de esa comunidad hasta la reaparición precisamente de Rafik Hariri al concluir la conflagración.

Pero la historia en el Líbano semeja ser cíclica. En la multitudinaria manifestación del día 14 en Beirut, los seguidores de Saad Hariri volvieron a enarbolar las antiguas banderas de los Murabitun con su estremecedor mensaje: «Lo que se capturó por la fuerza sólo puede ser recuperado por la fuerza». Las enseñas de los Murabitun no fueron los únicos símbolos confesionales que se exhibieron en la citada convocatoria. Muchos chavales suníes coreaban el nombre de Omar, el segundo líder del islam tras la muerte de Mahoma y uno de los personajes más odiados por los chiíes.

Porque en un signo que establece un preocupante paralelismo con Irak, Omar y Ali han adquirido en el Líbano una connotación sectaria que hasta ahora no tenían al socaire de los graves incidentes que se registraron en la Universidad Arabe de Beirut (UAB) el 25 de enero y que derivaron en batallas callejeras entre miembros de ambas confesiones.

Aquellas hostilidades comenzaron con una simple pelea entre Omar Ali Jamar y Ali Jouni, dos estudiantes de la UAB que hasta ese preciso instante eran amigos y compañeros de la misma clase, en la carrera de Comercio. Los dos chavales de 22 y 21 años -el primero simpatizante del Movimiento Futuro y el segundo de Hizbulá- protagonizaron un pequeño escarceo en la cafetería del recinto. Los compañeros de ambos se implicaron en la trifulca y a su vez llamaron a militantes de ambas formaciones. La riña escaló en tiroteos que dejaron al menos cuatro muertos y decenas de heridos.

Durante las últimas semanas clérigos de ambas comunidades han intentado alertar sobre el potencial devastador que podría gener un choque confesional. El gran ayatolá chií Husein Fadlala exigió a finales de enero que «la disputa política no se convierta en división sectaria. Destrozaría la unidad islámica». Días más tarde los ulemas suníes emitieron una fatua (decreto religioso) prohibiendo «los combates fratricidas entre los libaneses en general y los musulmanes en especial».

Como aclara el editorialista Jihad Zein, del diario An Nahar, la disensión confesional en el país árabe se está viendo alentada tanto por factores internos como regionales. «Localmente hay una lucha de poder entre suníes y chiíes, pero la lucha de poder opone también a Arabia Saudí -el principal sostén de Saad Hariri- e Irán -respaldo de Hizbulá-», manifiesta Zein.

Para el grupo chií la pugna podría afectar a sus intereses estratégicos en el sur del país donde villas suníes claves como Shebaa -adyacentes a las disputadas Granjas del mismo nombre que Israel sigue ocupando- han abandonado su tradicional apoyo a los milicianos de Nasrala, cuyo ingente retrato colocado sobre la ladera de una montaña fue destrozado recientemente por los locales.

«Los suníes piensan que Hizbulá está liderando una campaña contra el primer ministro suní y su comunidad, así que no es sorprendente que Shebaa y otras aldeas del sur estén dejando de respaldar a Hizbulá», manifestó Timar Goksel, analista político y antiguo portavoz de la ONU en el sur del país. En Arsal, Mohamed Fleiti dice que los activistas de Hizbulá de Loube les esperaban encaramados en los tejados con enormes pedruscos. «Éramos una caravana de 350 vehículos y casi 150 terminaron con las ventanas rotas. Era muy fácil reconocernos porque llevábamos retratos de Hariri en el parabrisas. Cuando me dieron la pedrada no pudimos ni parar, porque también tenían armas. La camioneta aceleró y yo tenía la cabeza llena de sangre», recuerda.

Para Rajeb, el activista de Hizbulá de Loube, la reyerta fue propiciada por los insultos que lanzaban los vecinos de Arsal contra Nasrala y el imam Ali al pasar por el poblado. «Hay una mano oculta que quiere promover otro Irak», concluye.

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