El 29 de mayo de 2004, el equipo de fútbol checheno, Terek de Grozni, ganó por primera vez la Copa de Rusia. El joven vicepresidente del Terek, Ramzan Kadirov, aprovechó la ocasión de identificarse ante su pueblo con aquel simbólico triunfo, y celebró por todo lo alto los goles de su equipo en la final de Moscú, al término de la cual fue manteado por los aficionados.
Treinta y tres meses después de aquel manteo que confirmó el ascenso fulgurante de su figura, Ramzan ya tiene su ínsula y gobierna Chechenia en solitario. Amo y señor de una temible milicia privada, Kadirov junior, el poderoso sheriff de la república caucásica asolada por dos guerras, acaba de sustituir como presidente de la república a Alu Aljanov, que presentó esta semana su dimisión.
Veinte días antes de la gesta futbolística del Terek, el rostro barbudo de Kadirov ya había adquirido categoría de icono político. Fue el 9 de mayo de 2004, cuando compareció vestido con un sencillo chándal junto al presdiente ruso, Vladimir Putin, en el Kremlin. Ese mismo día una bomba colocada bajo una butaca del estadio Dinamo de Grozni mató a su padre, el presidente checheno afín a Moscú, Ajmad Kadirov, y Putin apadrinó al huérfano ante las cámaras. Sólo había un problema: Ramzan tenía 27 años y para presidir la república debía superar los 30.
Mientras esperaba el momento de sustituir a su padre, Kadirov se convirtió en responsable de la Seguridad como viceprimer ministro, posición desde la que no dejó de enfrentarse a Alu Aljanov (presidente títere de Moscú desde agosto de 2004). En marzo de 2006 ascendió al puesto de primer ministro y se consolidó como hombre fuerte de la república al frente de una banda de custodios armados (heredada de su padre), cuyos secuestros, torturas y abusos fueron objeto monotemático de denuncia en los reportajes de Anna Politkovskaya, la periodista crítica asesinada el pasado 7 de octubre.
Tras el asesinato de su padre, Kadirov hizo de la erradicación de los reductos rebeldes una cuestión de venganza personal. Con la inestimable ayuda del Ejército y espionaje rusos, en los últimos dos años han caído uno tras otro los principales líderes paramilitares, encabezados por el ex presidente Aslan Masjadov y el radical Shamil Basayev.
Aficionado al boxeo, a las abejas y a las peleas de perros, Kadirov se declara defensor de la poligamia como método para contrarrestar la caída demográfica, restringe la venta de alcohol y ha prohibido los juegos de azar. También ha ordenado levantar «la mezquita más grande de Europa» en el centro de Grozni.
Pese a la sensible reducción de actos terroristas, el reciclaje de paramilitares y los avances en la reconstrucción de la república, no pocos analistas predicen riesgos de desestabilización en la Chechenia de Kadirov.
Algunos observadores como el periodista crítico Leonid Parfionov, director de la versión rusa de Newsweek, constata una creciente chechenización de Rusia a tenor de sucesos como el asesinato en el centro de Moscú de Movladi Baisarov, jefe de un destacamento enfrentado con Kadirov, que fue tiroteado el pasado 19 de noviembre por unidades especiales chechenas.
Los enfrentamientos étnicos entre rusos y la minoría chechena que estallaron hace un año en Kondopoga (Karelia) o los más recientes ajustes de cuentas entre bandas chechenas en una fábrica de San Petersburgo son ejemplos de esta tendencia. «Si se legitima Chechenia como una región más de Rusia, en este caso Chechenia se comportará en el resto de Rusia como en su república», explica a este diario Parfionov.
Kadirov será confirmado presidente en unas elecciones anticipadas que se antojan tan opacas como las que auparon a su padre en octubre de 2003.