Domingo, 18 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6272.
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La pasión taurina de Ségolène y Sarkozy
Los candidatos franceses al Elíseo, igual que Le Pen, defienden sin tapujos el fenómeno identitario de las corridas de toros
RUBÉN AMON. Corresponsal

PARIS.- Ahora que van a quitarnos lo bailado y que la nomenclatura española ha proscrito el vino y las corridas de toros, llama la atención que los candidatos franceses al Elíseo, Ségolène Royal y Nicolas Sarkozy, coincidan en significarse por su afición a la tauromaquia y reconozcan en el ritual de la muerte todos los síntomas de un fenómeno identitario.

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La afición sarkozyna viene de lejos. Ha frecuentado con asiduidad las plazas francesas, se ha dejado caer en la feria de San Isidro y se ha asomado a la barrera de la Maestranza como prueba inequívoca de la devoción. Era y es una pasión explícita. Seguramente más conocida de la tauromanía de Ségolène Royal, aunque la aspirante socialista puso bastante claras las cosas en un mitin ofrecido el pasado noviembre en la localidad meridional de Le Grau du Roi: «Las corridas de toros son un espectáculo magnífico. Entiendo muy bien que la gente se apasione tanto con ellas».

Las declaraciones sorprendieron a los animalistas y a la líder del Partido Verde, madame Voynet, aunque uno de los políticos ecologistas más acreditados del mapa francés, Noel Mamere, aficionado a la vieja usanza en los ruedos del suroeste, defendía con vehemencia el beneficio medioambiental de los toros y las raíces culturales de la tauromaquia.

Especialmente en el sur, donde «cohabitan» las mejores ganaderías de reses bravas y donde se alojan 70 plazas de toros. Todas ellas escenario de festejos tradicionales a la española, es decir, con sangre, picadores, banderillas y estocada mortal en el desenlace del último tercio.

La paradoja llega al extremo de que un aficionado catalán tiene que cruzar los pirineos para asistir a los toros sin sentirse un apestado ni un genocida. Antes se viajaba a Francia para comprar libros clandestinos y visitar los mitos eróticos del celuloide. Ahora se hace mayormente porque la feria de Nimes es una de las más asoleradas y pujantes del planeta taurino.

El contexto favorable en territorio galo también explica que haya cuajado como figura Sebastián Castella, natural de Beziers y primera figura del toreo en la temporada española. No es una cuestión de opiniones, sino de evidencias: ningún torero ha sumado tantas orejas en las plazas de primera ni ha mantenido semejante regularidad durante el ejercicio de 2006.

Suficiente para haberse granjeado la simpatía personal de Nicolas Sarkozy. Quién iba a decirle al presidenciable que el pedestal de la temporada fuera ocuparlo un compatriota y que algunos ministros españoles, como Narbona, pusieran en entredicho un fenómeno cultural y festivo cuya defensa, en cambio, forma parte del compromiso de los candidatos al Elíseo.

Es el caso de Jean-Marie Le Pen, aficionado a los toros por convicciones personales y porque las corridas le ponen en bandeja el rechazo de la doctrina común/comunitaria: «Los toros son un acontecimiento identitario que preservan la cultura francesa frente al poder de Europa».

No es el único político que deriva la tauromaquia a su propio patrimonio ideológico. Ségolène Royal, verbigracia, elogió la irrupción de Cristina Sánchez en el escalafón de los machos como una prueba de emancipación femenina que hace unos años se antojaba inconcebible, imposible.

Nuestros vecinos comulgan menos con el dogmatismo de la normativa aséptica. Es verdad que los políticos al estilo calvinista de Jospin habían degradado las tradiciones báquicas en nombre de la abstemia, pero resulta que Nicolas Sarkozy se ha puesto del lado de los viticultores para garantizarles un compromiso de Estado encima de las barricas.

Nada que ver con las modalidades inquisitoriales de la ministra Salgado, ariete sanitario de un Gobierno hospitalario al que parece asustarle las eucaristías del vino y del sacrificio taurino. Valores ancestrales de la piel de toro que Ségolène y Sarkozy pretenden custodiar cuando la una o el otro sustituyan a Chirac en el trono después de los comicios primaverales.

De momento, los sondeos le son descaradamente favorables al aficionado Sarko. Aventajaría en 10 puntos a la aficionada Ségolène en el desenlace del segundo turno. Es cuanto puede leerse en un sondeo publicado ayer en Le Parisien cuando restan poco más de dos meses a los comicios.

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