Un novillo de Arucci para rejones y ocho para la lidia a pie de Juan Antonio Ruiz Espartaco, bien presentados y de juego desigual. Destacó la transmisión del quinto y la nobleza del ejemplar de regalo.

Andy Cartagena: una oreja (medio rejón). Espartaco: ovación tras aviso (cinco pinchazos y dos descabellos) y dos orejas en el de regalo (estocada). Enrique Ponce: dos orejas tras aviso (media estocada y descabello). Jesulín de Ubrique: una oreja (casi entera). Pepín Liria: dos orejas (estocada). El Cid: dos orejas (gran estocada). Miguel Tendero: una oreja (pinchazo y estocada). Miguelín: una oreja (estocada).

Palacio Vistalegre, casi lleno.

MADRID.- Los festivales con carácter benéfico suelen contar con el beneplácito y la amabilidad de todos los que participan en él. Público, presidente y prensa pasan por alto todo aquello que, de tratarse de un festejo normal, sería criticado. Por eso, vamos a pasar por alto que la banda no tocase música durante el paseíllo o que el respetable no concediese la merecida y tradicional ovación a los actuantes al finalizar el mismo. Por esta vez, pase.

Tras el éxito de ayer, no cabe más que dar la total enhorabuena a la Fundación Padre Arrupe que tanto bien está realizando con los más necesitados de El Salvador y, como no, al maestro Espartaco, cuyo esfuerzo año tras año en la organización de tan brillante espectáculo no tiene precio. Mil gracias.

Abrió la tarde el rejoneador Andy Cartagena que mezcló momentos espectaculares con otros en los que primó la monta clásica, templando las embestidas del astado con el galope a cuatro pistas. Tras matar de forma brillante, paseó el primer trofeo de la tarde.

Juan Antonio Ruiz Espartaco se enfrentó a un precioso novillo colorao de su ganadería, al que lanceó con gusto de salida. Brindó al público el de Espartinas para poner de manifiesto que mantiene inalteradas varias de las cualidades que le llevaron a ser máxima figura durante una década. La edad y las facultades no son las mismas, pero el poder y la técnica de la muleta de Espartaco siguen intactas y eso le permitió sacar partido de un animal con genio, nada fácil. Fue ovacionado tras fallar con los aceros, aunque lo mejor estaba por llegar.

Otro que ha mandado durante una década y no se cansa de seguir mandando es Enrique Ponce. Ayer volvió a dar otra lección más de toreo con una faena medida, con los tiempos justos y plena de calidad. Ponce toreó a placer por ambas manos y los cambios de mano y los pases de pecho resultaron auténticos carteles de toros. Tras media estocada arriba, el valenciano hizo el mejor de los homenajes al maestro Roberto Domínguez descabellando a la perfección. Las dos orejas fueron indiscutibles.

Otro que revolucionó el toreo y mandó en las grandes masas fue Jesulín de Ubrique, que esta temporada pone punto y final a su carrera. Ayer, cuando nadie pensaba que iba a poder lucir con el áspero novillo de Espartaco que le tocó en suerte, el gaditano tiró de oficio y arrancó una oreja paseada en triunfo.

Uno de los grandes novillos de la tarde fue el quinto, cuya lidia correspondió a Pepín Liria. El astado manseó durante los primeros tercios pero llegó a la muleta con gran transmisión, ofreciendo un buen puñado de arrancadas humilladas que aprovechó el murciano para caldear aún más los tendidos del Palacio de Vistalegre. Un cierre de faena con desplantes y pases de pecho rodilla en tierra fueron el paso previo a una estocada entera tras la cual se le concedió el doble trofeo.

En sexto lugar le tocó turno a Manuel Jesús El Cid, que bordó el toreo a la verónica en su apertura de capa al sexto astado del festejo.

Ya con la muleta, el sevillano fue construyendo una obra basada en la mano izquierda, de donde surgieron los mejores momentos en naturales largos y templados, rematados con pases de pecho marca de la casa. Con una oreja en la mano, El Cid recetó -quién lo diría- la mejor estocada de la tarde, que tumbó sin puntilla al novillo de Espartaco y que sirvió para que el público solicitase el doble trofeo, concedido por el presidente.

Tras el pasado y el presente del toreo, le tocaba el turno a la juventud, aquellos los que deben tirar del carro del toreo y crear así una base firme para la segura continuidad y crecimiento de la Fiesta.

Por lo visto en lo hecho por Miguel Tendero, el futuro parece asegurado. El de Albacete se encontró con otro novillo enrazado con el que sólo pudo ejecutar el toreo ortodoxo en los primeros pasajes de su faena. El animal se empezó a quedar corto y fue ahí donde Tendero demostró que además de clase, tiene valor. Pinchó y sólo paseó una oreja.

Otro trofeo paseó Miguelín, que realizó una faena voluntariosa con chispazos sueltos de calidad.

Decíamos que lo mejor estaba por llegar y es que, tras la muerte del octavo novillo, se decidió regalar el sobrero para que fuese Espartaco quien lo lidiase de principio a fin. Con éste, el diestro se sacó la espina de su fallo a espadas en el primero y bordó el toreo al natural antes de dejar una entera y pasear, junto al resto de los toreros, las dos orejas que ponían punto y final a un bonito y exitoso festival. Enhorabuena.