AMADEU GARCIA
Era el 3-1. El gol de la tranquilidad. Su autor, el brasileño Eduardo Costa, corrió enloquecido hacia la grada repitiendo un gesto que parecía, a todas luces, un corte de mangas. Hizo casi una treintena. Su gesto, con el ceño prácticamente fruncido, parecía una dedicatoria a la grada. Pero no. Con el gesto, según aseguró el futbolista tras el encuentro, quería brindar el tanto a su madre, María Alice, su padre, Norberto, y su hermano, Sandro, cuyos nombres lleva tatuados en el bíceps del brazo izquierdo.Lo curioso, no obstante, es que sus primeros gestos tenían como receptor el brazo derecho. Tal vez un lapsus.
«Quise dedicar el gol a mi madre, a mi padre y a mi hermano, llevo sus nombres tatuados. Los compañeros ya me han hecho bromas en el vestuario diciendo que podía malinterpretarse», señaló Costa. «Cuando estaba en el Marsella ya lo hice alguna vez. No fue para nada un gesto contra la afición. Estoy muy contento aquí, no tengo motivos para estar enfadado», agregó el brasileño.La mayoría de los jugadores periquitos, no obstante, antes de las explicaciones, tiraron balones fuera, presidente y técnico incluidos. «No hemos comentado nada. Tampoco le pregunto a Luis García por qué hace volteretas», explicó Valverde.
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