La distancia para los periodistas es un arma de doble filo. Un alejamiento crítico de la realidad que uno está retratando, por principio, no es reprochable, de hecho, beneficia a la sacrosanta pero imposible objetividad periodística. La asepsia, sin embargo, nos convierte en simples notarios de la realidad y establece un muro entre cronista y crónica. El periodista que se acerca a la realidad que pretende reflejar, especialmente si es por escrito, como si llevara un traje de cirujano con sus guantes de látex y su mascarilla, no es sino una máquina que acabará siendo devorado por las nuevas tecnologías. Un relato pulcro pero sin compromiso, impecablemente objetivo pero muerto en cuanto a emociones se refiere es un género a extinguir.
Escribo esta crónica esta semana allende las fronteras españolas.Una distancia geográfica que no necesariamente tiene porqué influir en la lejanía intelectual o sentimental. Pero inevitablemente influye. Como la otra distancia, la crítica, la geográfica tiene beneficios y perjuicios. Ayuda a relativizar los hechos de tu ciudad o tu país de manera que el bombardeo de los propios medios de comunicación -sobre todo el propio- locales son una simple referencia lejana. Tiende un ligero velo sobre la mirada de tu realidad cotidiana de manera que todo transcurre como a un cierto ralenti y hay más tiempo para la reflexiòn.
Salí de Barcelona conocedor de que se me ha otorgado, junto a mis companeros Nando García y Joan Manuel Baliellas, el premio Ciudad de Barcelona de Comunicación en la modalidad de prensa escrita por el reportaje que sirvió para localizar a Rodolfo Eduardo Almirón Sena, el virtual jefe de la organización de terrorismo de Estado Agrupación Anticomunista Argentina (Triple A) que, durante los dos últimos años del Gobierno de Isabel Perón en Argentina, acabó con la vida de más de 1.500 disidentes. Un buen final para una buena historia.
Pero dejaba algunas pendientes de observación, como la declaración el pasado día 13 de Bruno Figueras, presidente de la constructora Habitat, ante el juzgado de instrucción número 6 de Barcelona, encargado de la investigación del accidente del verano pasado en el Poblenou en el que murieron cinco trabajadores. Figueras dijo desconocer que la obra carecía de plan de seguridad, pero salió de las dependencias del juzgado como imputado de cinco homicidios. Hasta ahí nada nuevo, ya lo habíamos anunciado. También la semana ha deparado novedades -trece años después de su inicio las barbaridades cometidas por el juez Lluís Pascual Estevill aún generan noticias- respecto a la causa que sigue el juzgado de instrucción número 20 de Barcelona contra Alfredo Sáenz, José Angel Merodio, Miguel Angel Calama y el abogado Rafael Jiménez de Parga, acusados de sobornar a Estevill cuando todos ellos trabajaban para Banesto para que encarcelara a un grupo de empresarios que, según decían, debían dinero al banco. Sustancial noticia, no por lo que respecta a Estevill, que no es más que un fantasma del pasado, sino porque las novedades no son otras que el escrito de calificaciones del fiscal personado en la causa y que pide nueve anos de prisión para cada uno de los encausados. Ahora que Alfredo Sáenz es el consejero delegado del Santander Central Hispano, la noticia, aunque suene a vieja, no carece en absoluto de importancia.
Los informativos internacionales sólo se refieren a España para hacer breves resúmenes de la jornada del recién empezado juicio contra los encausados del 11-M. Como no podría ser de otra manera, porque es la segunda catástrofe terrorista en Occidente después del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. En general las asépticas informaciones sólo hacen referencia a Al Qaeda y no a las repercusiones políticas de un juicio sobre un acto que ya provocó un vuelco electoral en España en 2004 y que podría influir de manera casi definitiva en el resultado de las próximas elecciones generales.
Leo con cierta sorpresa que el tripartito, aunque cuente con Montilla como presidente, no hace sino generar situaciones de dejà vu. La continuidad de personalidades como Joaquim Nadal en el Ejecutivo catalán, aunque con una notable reducción de su influencia, especialmente por el degaste que sufrió durante la pasada legislatura con el hundimiento del túnel del Carmel, no sirve para garantizar que la acción de Gobierno de los responsables socialistas eclipsen cualquier salida de tono de los republicanos o del primer conseller poscomunista que acepta la cartera de Interior en un Gobierno de coalición. Nadal parece tener la negra y ser un auténtico especialista a la hora de lograr que los puentes públicos se hundan. En esta ocasión ha sido el de Vielha, siniestro recuerdo del franquismo si no fuera por la ausencia de alternativas.Habrá que ver cómo resuelve la cuestión Montilla. Nadal parece bastante cabreado. Volviendo a la perspectiva periodística, todos recordamos el episodio del 3% de Maragall como una época especialmente divertida. Y como la viabilidad del Estatut sigue siendo un misterio, el president cordobés haría bien en probar suerte. Algunos tenemos que seguir ejerciendo a partir de hoy mismo.
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