El brutal atentado contra El Drac, la emblemática salamandra revestida de trozos de mosaico irregulares admirada tantos decenios en el Parc Güell, ha movilizado a los seres civilizados y particularmente a los amantes del arte en el mundo entero. La prensa internacional, las radios y canales televisivos han destinado al suceso espacios y programas especiales mientras que la red de redes se ha poblado de condenas, lamentos, denuncias, homenajes y desagravios desde Copenhague a Ciudad del Cabo, desde Londres a Delhi, desde Montreal a Melbourne. El número de visitantes interesados en la obra de Antoni Gaudí y su historia va diariamente en aumento coincidiendo con el 80 aniversario de su culminación y apertura al público.
Puede considerarse el Parc Güell como el feliz resultado de un fracaso inmobiliario. El proyecto inicial, confiado a Gaudí por el conde Güell, consistía en una ciudad jardín situada en uno de los miradores más privilegiados de Barcelona, una elevación rocosa por encima del barrio de Gràcia, entre la montaña Pelada y la de Vallcarca. En la pineda que ocupa el parque estaba previsto construir una aristocrática urbanización con unas noventa viviendas unifamiliares esparcidas por un inmenso jardín y con una excepcional vista panorámica que abarcaba toda la ciudad de Barcelona.
Pero las cosas se torcieron para los promotores. De los chalés inicialmente previstos sólo se llegaron a edificar dos, y el proyecto se vino abajo. A la burguesía de la época no le agradaba aquel emplazamiento alejado del centro de la ciudad y en una zona pelada de difícil acceso, y también influyó el estado de inseguridad económica provocado por la Primera Guerra Mundial.Las obras dieron comienzo en 1900 y finalizaron en 1914, casi coincidiendo con la construcción, en el bosque de Santa Coloma de Cervelló, de la cripta de la Colonia Güell, otra de las obras magistrales de Gaudí. En uno de los edificios del Parc Güell -convertido después en museo y exposición permanente de la obra del arquitecto- vivió Gaudí con su familia hasta pocos meses antes de su trágica muerte, bajo las ruedas de un tranvía de la línea 30, en el cruce de la Gran Vía con Bailén. También había compartido la vivienda con el escultor Llorenç Matamala, su amigo y colaborador inseparable
El mecenazgo de Eusebi Güell, quien dio nombre al parque, hizo posible esta extraordinaria obra, inaugurada como parque público hace 80 años. El rico empresario catalán cambió sus planes y, además del parque, financió otras creaciones de Gaudí sin interferir nunca en sus decisiones artísticas. Cuando falleció, en 1926, el Ayuntamiento decidió adquirir un terreno ya vendido para completar el gran parque Güell. Su extensión, superior a las 17 hectáreas, lo convierte en una de las mayores obras arquitectónicas del sur de Europa. De acuerdo con los planos originales, la plaza central debía albergar un teatro griego, con un templo dórico de un centenar de columnas. La escalinata de la entrada principal tiene unos peldaños dispuestos simétricamente en torno a una escultura de salamandra -víctima el pasado 7 de febrero de la barbarie-, que es por derecho propio el emblema del jardín. Representa la «sargantana alquímica», que simboliza el elemento fuego. La plaza es un balcón singular con vistas sobre Barcelona y el mar, y delimitada por un banco ondulado recubierto de «trencadis» (trozos de cerámica o de vidrio dispuestos como mosaico de colores).Todo ello ha contribuido a que el parque fuera declarado monumento histórico-artístico desde 1969, y que en 1984 la UNESCO lo incluyera en el catálogo del patrimonio de la humanidad.
En el diseño del parque se pone claramente de manifiesto el estilo peculiar del arquitecto modernista hasta en los menores detalles: ondulaciones que asemejan ríos de lava, paseos cubiertos con columnas en forma de árboles o estalactitas, superficies cubiertas de «trencadis» Gaudí tenía en su mente las ciudades jardín inglesas, y puso todo su empeño en conseguir una perfecta integración de sus obras en la naturaleza. Una muestra son las columnas de piedra, de formas y tamaños muy diversos, que sugieren troncos de árboles y cuevas naturales. Los ángulos rectos están ausentes del conjunto, donde las columnas se inclinan como si fueran palmeras.
Uno de los méritos extraordinarios de Gaudí estribaba en obtener partido de la singular personalidad del terreno, que se prestaba perfectamente a las fantasías cromáticas más arriesgadas. Él mismo estudió minuciosamente aquella tierra contando con la colaboración del geólogo Norbert Font i Sagué, y fueron ellos los descubridores de los restos de la vieja ruta romana que unía Barcelona con Sant Cugat del Vallès, e incluso penetraron en una gruta que contenía gran número de fósiles. La caprichosa naturaleza había colocado en aquella caverna rocallosa muchos de los elementos decorativos que el genial arquitecto aplicaría a la ornamentación del Parc Güell. El mundo de las formas minerales y fósiles siempre fascinó a Gaudí, y aquella estética misteriosa, de vida arcaica y latente, se potencia entre la exuberancia natural del parque.El joven arquitecto Jujol aportaría su brillante fantasía decorativa al proyecto primitivo del maestro Gaudí.
En la ya larga vida del Parc Güell se han buscado muchos precedentes históricos, y se han establecido comparaciones con los ya mencionados jardines ingleses o con los parques del siglo XVIII. El propio Gaudí utilizó las columnas dóricas para sostener la gran terraza del teatro griego, pero sobre la original urbanización planea la expresión sincera y espontánea del genio de su genio creador en forma de fantasía geológica que tiene, como el vientre de la tierra, una vida enigmática y siempre palpitante.