El Sevilla recupera su arte / EL MUNDO

SEVILLA.- Pues efectivamente, el Sevilla ha vuelto. Ya en la segunda parte del derbi y en el triunfo de Bucarest avisó de que se había acabado la hibernación, que había llegado la hora de volver a carburar e ir a por todas, definitivamente, en las tres competiciones en las que aún sigue, pese a todo, vivo. Y tan vivo, en el coliderato de la Liga sin ir más lejos después de machacar, de avergonzar, a un Atlético abúlico cuya posición da la justa medida de la mediocridad de este campeonato. Esta vez ni siquiera le bastó el favor arbitral, igual que en la primera vuelta, para tratar con este Sevilla anticiclónico, firmante ayer de algunos de los momentos más bellos que ha dado la temporada.

Y que llegaron en un arranque de fútbol coral y artístico, con un Sevilla encorajinado ante el recuerdo del expolio que sufrió en el Calderón. Ayer quiso dejar las cosas claras, poner a cada uno en su sitio y recuperarle al balón la jerarquía decisoria que tanto se está poniendo en duda en esta Liga.

Lo consiguió con un ejercicio formidable, por momentos emotivo, en el que sus futbolistas derrapaban por aquí y allá, tirando hilos por los que circulaba el balón con una geometría perfecta. El ángulo final siempre acababa en la puerta de Leo Franco, convertido ayer en un mártir entre el genio de los de locales y la colosal modorra de la tropa rojiblanca.

Javier Aguirre, que parece haber olvidado ya definitivamente su profecía de buen juego con la que arribó al Manzanares, situó un batallón defensivo asentado sobre el trivote de Luccin, Costinha y Maniche. Igual le hubiera dado desplegar a todos los defensores del Alamo. El Sevilla se abalanzó sobre el Atlético con una furia incontenible y, a los 20 minutos, ya le había reducido a escombros.

En los 10 primeros minutos, Leo Franco ya se había convertido en el salvador de su equipo, al desviar un buen lanzamiento de Alves y, sobre todo, sacar un tiro a bocajarro de Luis Fabiano, en el que pesó más el error del delantero que la agilidad del portero, que se rendía rodilla en tierra. Fabiano tiró al muñeco. Y no mucho mejor remató Kanouté, después de que el Sevilla, un equipo que no destaca precisamente por su último pase, encontrara fácilmente la espalda de los centrales. El malí tuvo 20 metros para encarar a Franco, amagarle y empalar a la red. Fue su decimoséptimo gol de la temporada. Tal vez lo mejor que se pueda decir de Kanouté es que el remate es la suerte que peor maneja del fútbol. Y no es una broma.

El pase se lo dio Alves. ¡La que lió ayer la parejita! En la crisis del Sevilla, posiblemente el único jugador que se haya mantenido de cuerpo entero en todo momento haya sido el lateral brasileño. Pero Alves, como cualquiera, echaba de menos a Jesús Navas, un chico que alegra a un difunto. Con su colega de nuevo en forma, Alves se soltó la melena y, a los 20 minutos, se soltó un chut que se tragó Leo Franco. Asombrosamente, Javier Aguirre puso menos interés en la banda derecha del Sevilla que el personal en el Estatuto de Andalucía. Y Navas y Daniel Alves se dieron un festín.

Hasta ahí, el Atlético fue una ruina, una sombra errante con todos sus jugadores amortajados en una modorra paralizante. Como la que sufrió Agüero cuando, por un descuido y un rechace, agarró la bola en ventaja para enfrentarse a Palop. El Kun vio venir por detrás a David, dudó y le pegó nada más pisar el área blanca. El portero del Sevilla, otro día más impecable, desvió su tiro y evitó problemas.

No había, pues, por dónde rascar en el Atlético. Pero resulta que contra el Sevilla el equipo rojiblanco ha encontrado un recurso inesperado del que echar mano cuando está contra el paredón: el árbitro. Teixeira Vitienes, el primer señor que impidió jugar al Betis de verdiblanco en el Sánchez Pizjuán, volvió ayer a liarla. Primero se ahorró la segunda tarjeta de Pernía, tras frenar una contra de Kanouté. Pero, no satisfecho, expulsó a Martí por una patada exagerada por Agüero. Era el minuto 35. Teixeira corrió incluso más que su colega González Vázquez en el Calderón.

Pero esta vez no se atrevió con más (tampoco a señalar un penalti por manos de David; sí uno final a Agüero, que remató Pablo después de que Palop se lo detuviera a Torres), y el Atlético, como entonces, volvió a lamentarse de que, ni ante 10, era capaz de superar al Sevilla. La futilidad, la planicie, del juego rojiblanco volvió a resultar desoladora. Se lo subrayó el Sevilla con el tercero, en un córner que remató Kanouté. Su gol número 18. Y eso que es lo que peor hace.