El 5 de marzo de 2004, Mireia Clemente, del equipo español juvenil de esquí alpino, lloraba tras haberse salido del gigante de la Copa de Europa de La Molina. Su madre sacaba del error a quienes se acercaban a consolarle: «No llora por haber quedado descalificada, sino porque ha vuelto a romper unos esquíes, y sabe que nos tocará pagar a nosotros». Unos esquíes comerciales para una integrante de la selección española, y además comprados por sus padres. No parece una tarjeta de presentación idónea para un país en la élite del deporte como es España, y en una disciplina que tiene a María José Rienda como subcampeona de la Copa del Mundo.
En pocos años, con el cambio de dirigentes en la Real Federación Española de Deportes de Invierno (RFEDI), las cosas parecían ir a mejor. Los integrantes de la selección juvenil cuentan con esquíes de competición para cada modalidad de alpino. Viajan por Europa en invierno, y en verano hacen concentraciones en glaciares y en Suramérica. Ya no es como antes -hace apenas siete años-, recuerda Mauro Pini, entrenador de María José Rienda, y con anterioridad contratado por la RFEDI como descubridor de nuevos talentos, «cuando te montabas en la furgoneta con los chicos y si venía un empleado de la federación con dinero en un sobre tirabas para adelante, y si no, descargabas y cada uno para su casa».
En estos momentos, hay una pléyade de corredores que ocupan el escalón siguiente al de Rienda y Carolina Ruiz Castillo. Salvo uno, Guillem Capdevila, son todos juveniles, y la mayoría hará las maletas para el Mundial Junior de Altenmark (Austria), que se celebrará en marzo. Las sucesoras de Rienda podrían ser Mireia Tomás, Leyre Morláns, Andrea Casasnovas o Laura Rodríguez, y, en cuanto a chicos, Ferrán Terra, Guillem Capdevila y Paul de la Cuesta. Todos, excepto Andrea (todavía no recuperada de una lesión) y Laura Rodríguez, han acudido al Mundial de Are. En esta ocasión quienes más han sobresalido han sido los chicos, con un puesto 23º de Capdevila en eslalon y un 33º en gigante de Ferrán Terra, carrera en la que Guillem quedó el 43º.
Sin embargo, es de temer que después de Rienda venga una sequía de títulos relevantes, salvo que Carolina lo remedie. «Las generaciones no se improvisan», afirma uno de los técnicos, y España va a sufrir los años de desbarajuste en la política de nieve de la Federación y del Consejo Superior de Deportes. No estaría mal, por lo tanto, no perder de vista a esquiadoras como Inda Garín (de 1992) o Laura Jardi, del mismo año, si se quiere agrandar el horizonte.
A pesar del cambio en la Federación, todavía hay cosas que no encajan. Con Eduardo Roldán de presidente se ha ganado en la creación de una estructura deportiva. Sin embargo, dos lunares amenazan con afear su gestión: la aparente subjetividad a la hora de decidir la participación en pruebas como Mundiales o Juegos Olímpicos, y el hermetismo que atenaza a la Federación, convertida en una casa donde nadie ofrece explicaciones y donde su responsable de prensa, en Madrid, se entera de las decisiones por las agencias y se las ve y se las desea para poner en contacto a los deportistas y al coordinador de equipos con los medios de comunicación.
Y eso que hay preguntas que merecerían respuestas ¿Por qué se decidió a mitad de los Mundiales, y no al principio, incorporar a cinco chicos? ¿Estaban de acuerdo sus entrenadores? ¿Quién y cuándo decide la participación en grandes campeonatos? Visto el papel de Terra y Capdevila en estos Mundiales, ¿por qué no acudieron a los Juegos Olímpicos? Si existe una especialista en Supergigante, como Leyre Morlans, ¿por qué llegó a Are días después de celebrada la prueba?
Roldán se enfrenta este año a su reelección. Ya hay voces que airean el toque que ha recibido de órganos administrativos por hacer compatible su cargo con otras ocupaciones. No es momento, pues, de hermetismos, sino de abrir puertas y mirar al futuro.