CARLOS TORO
Enrique Beotas dejó de ser Director de Comunicación del Real Madrid después de haber sido designado para el cargo, pero antes de que tomara posesión de él. Así que no sabemos si la criatura murió o no llegó a nacer, ni si cabe hablar de destitución o de ausencia de nombramiento. No fuimos, pues, ni de entierro ni de bautizo. Sea como fuere, y más allá de tecnicismos y elucubraciones, razones o circunstancias, el club ha vuelto a dar una muestra de improvisación y falta de criterio que no contribuye a mejorar su presente imagen.
La propia declaración oficial acerca del repudio o el castigo a Beotas remite a un jeroglífico de difícil interpretación. Según reza la nota emitida por el club, las conversaciones con el periodista se rompieron a causa de «discrepancias objetivas en las competencias de carácter técnico que no han conseguido ser superadas». Pensándolo mejor, no es un jeroglífico, sino un acertijo que provoca una sensación de oscurantismo o escapismo oficial. La enmarañada redacción no logra darle empaque a la frase ni convertirla en una explicación convincente.
El caso es que el Madrid sigue sin Director de Comunicación, un puesto particularmente necesario en una entidad de tanta trascendencia económica y social. Una casa con una excepcional imagen de marca que el propio Beotas calificó (exageradamente) como la más importante del mundo tras la de Coca-Cola. Pocas carencias o vacantes como la de esa Dirección desnuda pueden ofrecer tamaña sensación de precariedad interna. Es de suponer que Ramón Calderón, como Diógenes con su candil, sigue buscando un hombre. Un nombre. Ahí, abierto, permanece de momento el cargo, con todos sus atractivos y todos sus riesgos, en una institución a la que los tribunales, en la persona de la juez Milagros Aparicio, han proporcionado una estabilidad que deberá ser refrendada por los resultados. Y, quizás, de nuevo por las urnas. El club necesita más... milagros.
Este Madrid, indultado piadosamente el sábado por el Betis, tampoco comunica en el terreno de juego. No comunica nada bueno, que equivale a la falta de comunicación entre el equipo y sus seguidores. El Madrid está incomunicado. ¿Quién lo comunicará? El comunicador que lo comunique, buen comunicador será.
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