Lunes, 19 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6273.
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El estrés mató al brillante chico de la City
Un prometedor abogado de 27 años muere al caer por el hueco de la escalera de la Tate Modern tras salir del trabajo, en el que sentía presión
FERNANDO MAS

LONDRES.- Matthew Courtney, un joven abogado de 27 años, murió el viernes 9 de febrero al caer por el hueco de la escalera de la Tate Modern de Londres. ¿Un accidente? Quizá. No lo parece. La policía ha abierto una investigación. Por suicidio.

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La muerte de Matthew ha sacudido la City, el corazón financiero de la capital británica. Él, como otros muchos ejecutivos que se mueven por uno de los más poderosos motores económicos del planeta, dedicaba horas y horas al trabajo. Sin descanso, con una presión inaudita. El estrés, sí, es quizá la explicación a este misterio.

Las primeras tesis apuntan a que Matthew no pudo soportar la presión. Al terminar su jornada intensa jornada, otra más, se dirigió a la Tate. A pie, desde la City, es un paseo refrescante. Llegar hasta la catedral de San Pablo y cruzar por el Millenium Bridge de Norman Foster. Eran las 23.30 horas.

El joven estaba en la séptima planta de la Tate cuando recibió una llamada. Los testigos que lo rodeaban vieron cómo cogió su Blackberry, atendió el teléfono, dejó el restaurante y se fue hacia el descansillo. Poco después se precipitaba por el hueco de la escalera. Algo más de 24 metros de caída. Las heridas en la cabeza y en el pecho fueron fatales.

Scotland Yard apenas ha dado datos: se trata de una muerte inexplicable, pero no hay nada sospechoso. Se investiga como... un suicidio, especulan los medios.

Matthew trabajaba desde 2002 en una firma de abogados de Londres: Freshfields Bruckhaus Deringer, con sede en la famosa Fleet Street, histórica calle de la ciudad donde antaño se ubicaban todos los periódicos londinenses. El pasado verano se convirtió, tras el correspondiente y exigente periodo de entrenamiento, en asociado de la firma.

Ganaba cerca de 55.000 libras al año (más de 80.000 euros) y con el paso del tiempo -no más de seis u ocho- y los éxitos que iba cosechando podría haber alcanzado unos ingresos anuales de un millón de libras, 1,5 millones de euros. Millonario a los 35.

Pocas semanas antes de su muerte, Courtney y otro colega hablaron con uno de los máximos responsables de la compañía y le expusieron que estaban sobrepasados de trabajo. A Matthew, experto en casos de propiedad intelectual, lo descargaron un poco de tantas obligaciones.

Pese a ello, el trabajo se había hecho especialmente duro en sus últimos 15 días de vida. «Debe haber habido algo relacionado con la carga de trabajo», ha explicado su padre, George Courtney, un famoso árbitro de fútbol que dirigió partidos tanto en el Mundial de México'86 como en el de Italia'90.

A sus 65 años, George ha visto cómo la carrera de su brillante hijo Matthew -se graduó en Oxford con un excelente expediente- terminaba de forma abrupta. «Había empezado a tener éxito. En Freshfields estaban realmente felices con la calidad de lo que hacía. Tenía una excelente pandilla en el trabajo y disfrutaba de su tiempo allí. Es cierto que pasaba allí muchas horas, pero tenía una buena vida social». La pena, se lamenta su padre, es todo lo que le quedaba por dar.

El día antes de caer por el hueco de la escalera de la Tate, Matthew llamó a sus padres. Habló con George y con Margaret, su madre, una antigua directora de escuela de Spennymoor, en el condado de Durham, donde el chico pasó su infancia. «Si hubiera sabido que tenía un problema, hubiera conducido toda la noche para estar con él. Sabemos que los huecos de la escalera de la Tate son un poco peligrosos por culpa del diseño, pero no sabemos qué pasó. Quizá no lo sepamos nunca», ha explicado el señor Courtney.

Dicen que trabajaba más de 16 horas al día durante los siete días de la semana, que la carga de trabajo era brutal, que la presión aumentaba y aumentaba. Todo tipo de especulaciones rodean ahora la muerte de este joven.

Es habitual que ejecutivos de la City se pasen horas y horas encerrados en sus oficinas, ubicadas en un punto de Londres que sólo tiene vida gracias a los abogados, economistas, empresarios que dejan su vida allí, quizá el punto del planeta donde más dinero se puede amasar.

Dos abogados de la City contaban ayer sus experiencias en The Times. Uno de ellos, Johny Goldstone, abandonó su carrera como brillante abogado, sus viajes en primera y sus fabulosos ingresos tras aguantar durante tres meses una carga continua de trabajo de entre 12 y 14 horas al día. Incluidos los fines de semana. «Tener dinero a cambio de estrés, horas y horas de aburrimiento y perder tu vida fuera no es un buen negocio», dice ahora que es dueño de una empresa de alquiler de coches.

La mayoría, sin embargo, continúa. En la City se trabaja una media de 50 horas a la semana. La inmensidad de jóvenes que luchan por hacerse un hueco allí aspira a ingresar, tarde o temprano, en el club de los que ganan un millón de libras al año. Ésa es la meta.

Matthew se desplomó en el camino. Se rompió en mil pedazos y la presión pudo con él. En Freshfields se han negado a hablar sobre las horas que echaba el muchacho en la oficina.

La investigación prosigue. La policía ha registrado su oficina y su ordenador en busca de claves que permitan aclarar esta incógnita. Está rastreando también los mensajes de la Blackberry de Matthews y sus conversaciones telefónicas. El objetivo, determinar si aquélla última llamada tuvo algo que ver con su muerte. O si sólo fue el trabajo.

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