El pasado 1 de febrero, una enfermera de los Servicios de Urgencias del Hospital Doce de Octubre fue agredida por el familiar de un paciente. La trabajadora le llamó la atención tras descubrirlo colándose por quinta vez y él le respondió dándole patadas. No se trata de un hecho aislado. El personal sanitario ya está harto y los respectivos sindicatos de los trabajadores de Urgencias no han dudado en unirse para reivindicar más seguridad. Reyes Gallego, del Sindicato Unico de Sanidad e Higiene (Sush) reconoce que las agresiones «no son nada nuevo», y además, «están aumentando». «Nadie ha aportado una solución eficaz a este problema, y cada vez que ocurre se denuncia a la dirección y a Inspección de Trabajo pero no hacen nada». Desde este sindicato hacen un llamamiento a los ciudadanos para decirles que los trabajadores de Urgencias «no tienen la culpa de que haya mucha gente y camas en los pasillos». El sindicato ha llegado a enviar al Consejero de Sanidad un escrito en el que denunciaban «la saturación y el hacinamiento» de los enfermos en Urgencias. Ese día, el 8 de febrero a las 9.00 horas, había 18 pacientes esperando en los pasillos, tres eran los boxes doblados (el 10, el 11 y el 16), uno triplicado (el 8) y 56 pacientes estaban pendientes de ingreso.
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«Hubo una enfermera que denuncio una agresión. Tuvo una lesión en el oído y estuvo de baja casi un año. Le tuvieron que intervenir quirúrgicamente», aclara Olga Martínez, también del Sush. Reconoce que el trabajo es «un sinvivir» cuando temes que cualquier familiar de un paciente te puede agredir.
Las vivencias narradas por los trabajadores, «amenazados» con un expediente cada vez que han decidido protestar son de toda índole: amenazas de muerte en una UVI; los antidisturbios presentándose en el recinto sanitario el 22 de enero; 26 agresiones, 22 verbales y cuatro físicas el año pasado; más de 100 firmas recogidas tras cada incidente y un personal de seguridad que, al parecer, «no dice esta boca es mía». José Antonio Valero, del sindicato Uso, ve en «la mala organización» del servicio de Urgencias un «mal endémico». «Todas nuestras protestas han acabado en un fracaso», comenta. «Sólo han cambiado a los médicos y las agresiones son constantes. Por eso reclamamos el modelo de otras comunidades autónomas como Andalucía. Allí el personal sanitario es considerado un funcionario, por lo que la misma gerencia entra de oficio en el caso de que haya alguna agresión». Para Valero, el temor aumenta porque «los agresores saben dónde trabajas, e incluso, dónde vives. Y si te hacen daño debes pedir un día libre para ir a los juzgados y denunciar. Es como si alguien te roba un mueble».
Los sindicatos de enfermería (Satse) y de auxiliares de enfermería (Sae), también han mostrado una y otra vez su malestar. «Este hospital se construyó en el 73 y desde la fecha la zona ha crecido en un millón de personas», dice un enfermero. «Una barbaridad, y hasta ahora no ha habido cambios. Los pacientes tienen que esperar, para cualquier cosa se tarda mucho. Y no es cosa de la gripe y el invierno. En verano pasa lo mismo. Y esta es una zona de gente humilde, con un nivel económico, cultural y social bajo. Aunque la gente de clase alta también se desespera y nos agrede», concluye.
«Los pacientes de algunas etnias, como la gitana», relata otro sanitario, «también están acostumbrados a la impunidad, a saltarse el papeleo y a exigir que se les atienda antes. Quieren entrar seis o siete personas a un parto, cuando sólo puede entrar una y con ello se fomenta el racismo: otros pacientes se quejan de que a unos se les deje porque meten bulla y a ellos no». Sobre este aspecto, Pilar Heredia, presidenta de la Asociación Yerbabuena, pide «que no se ponga el cliché a todo un pueblo por algunas familias, ni se desenfoque las agresiones por participar gitanos».
La dirección del hospital manifiesta que «se viene realizando un importante esfuerzo para reforzar la seguridad de los trabajadores de Urgencias» y niega que exista «impunidad alguna» ante las agresiones cuando en los últimos tres años se han invertido 40.660 euros en 13 cámaras, 22 pulsadores de alarma estratégicos y más vigilancia en los accesos. Pese a todo, el Sush asegura que «con estos directivos se va a peor, sólo han complicado las cosa con más pacientes y peores condiciones. Por eso pedimos su dimisión».
EXIGENCIAS DE LOS SANITARIOS
Más seguridad en los accesos al hospital
Mejor organización en el servicio de Urgencias
Nuevas instalaciones para evitar el hacinamiento de los pacientes
Ser considerados funcionarios y que se actúe de oficio con las agresiones
La dimisión de la actual dirección del centro