IOLANDA G. MADARIAGA
Don Gil de las calzas verdes
Autor: Tirso de Molina. / Versión y dirección: Eduardo Vasco./ Escenografía: Carolina González./ Vestuario: Lorenzo Caprile./ Coreografía: Lieven Baert./ Intérpretes: Juan Meseguer, Montse Díez, Joaquin Notario y José Luís Santos entre otros./ Escenario: TNC./ Fecha: 15 de febrero.
Calificación: ****
BARCELONA.- Cuatro siglos después de que Tirso de Molina diera vida escénica a Don Gil de las calzas verdes, el estrambótico personaje sigue divirtiéndonos. La clave de su éxito está en el verso ágil, irónico y brillante de su autor. Librados de la pesada carga moral del espíritu de la Contrarreforma, los personajes de las comedias de Tirso viven para divertir al público. Si el travestismo teatral es un recurso muy usado en el teatro del Siglo de Oro, en Don Gil se convierte en el motivo fundamental de la comedia.
Doña Juana -travestida en Don Gil- ha decidido vengar su honor, engañando incluso a su propio padre; y no escatima burlas para el objeto de su venganza, mostrando siempre una fina inteligencia.A nadie escapa que la puesta en escena del Don Gil debe sustentarse, principalmente, en las dotes interpretativas de su protagonista y, en este caso, Montse Díez borda el papel con hilo fino: dice el verso claro, ligero y sin tropiezos, apoyándolo en una mímica gestual expresiva y picarona; contribuye en mucho su fuerte aunque delicada y graciosa presencia escénica.
El resto de la compañía la sigue muy de cerca: un elenco de formaciones diversas que Eduardo Vasco ha conseguido homogeneizar, brindándonos esa idea de unidad de tono interpretativo que en otras ocasiones le fue difícil mantener. Con la presencia constante en escena de la música en directo interpretada por la arpista Sara Agueda, Vasco ha querido armonizar las voces del elenco a través del canto conjunto de algunas cancioncillas y romances que en forma de interludios musicales separan los actos; si bien no se trata del mejor de los coros, suenan bastante bien y, sin duda, el ejercicio contribuye a la armonía del montaje. Por otra parte hay que destacar la magnífica escenografía de Carolina González basada en una lujosa simplicidad: un suelo noblemente geometrizado -un espléndido soporte para los actores- y un fondo negro sobre los que se van descolgando enormes retratos con impresionantes marcos para diferenciar los distintos interiores o reproducciones de graciosos tapices de la época para los exteriores. El vestuario acaba de dar vistosidad al conjunto con unas recreaciones muy coloristas, contrastadas y divertidas de la moda en el Madrid de los Austrias. La versión que nos ofrece Eduardo Vasco del Don Gil de las calzas verdes contiene todos los elementos del gran teatro clásico, pero es además un montaje fresco y actual que nos brinda la posibilidad de recuperar la importante tradición teatral del Siglo de Oro, sin complejo alguno y con un cierto orgullo bien medido y mejor acentuado.
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