El objetivo es pedir al Gobierno que reflexione sobre la decisión que debe tomar Aena, en teoría en ese mismo mes de marzo, sobre a quién coloca en la nueva terminal sur que se está construyendo en el aeródromo barcelonés. Se trata, por lo que se ve, de un acto preventivo.

¿Y de quién o qué nos previenen? A primera vista, parece que de los actos irreflexivos del Gobierno. No está mal. La sociedad civil debe estar siempre alerta y prevenida ante la posible irreflexión de las administraciones públicas, cuya consecuencia suele traducirse en actos arbitrarios. En justa contrapartida, al Gobierno le pedimos que controle los actos irreflexivos y egoístas de los integrantes de esa mítica sociedad civil.

Para preservar también la pureza de esta convocatoria, se asegura que los convocantes han pedido expresamente a las formaciones políticas que se abstengan de asistir al acto. ¿Cómo lo harán? ¿Se conformarán con impedir la entrada de los políticos más conocidos o exigirán que los asistentes vayan con el carné político en la boca?

Si acaso, y para prever la eventualidad de no estar en la foto, una buena parte de nuestros políticos ha decidido adelantarse a la preceptiva reflexión. Así, el conseller d'Economia, Antoni Castells, advirtió que las compañías que no hubieran apostado por Barcelona no podían esperar que se apostara por ellas. O sea, que no cuenta con Iberia para la nueva terminal de El Prat, una instalación que triplicará ella sola la superficie del actual aeropuerto.

Como el segundo teniente de alcalde del ayuntamiento de la capital, Jordi Portabella, que afirmó que una decisión de Aena en el sentido de dividir la terminal -no dándosela en exclusiva, o casi, a una única línea o alianza de líneas- sólo podría entenderse en términos de que Iberia quiere impedir que El Prat acabe por convertirse en un gran aeropuerto internacional.

Al final uno sólo puede sacar la conclusión de que la preocupación mostrada es no tanto que el Gobierno cometa un nuevo acto atropellado, sino que Iberia pueda aspirar a estar en la nueva terminal.

Pero, claro, este anhelo choca con una realidad y es que, hoy por hoy, One World, la alianza de líneas aéreas en la que participa Iberia, es el principal cliente de El Prat, con sus 10,9 millones de pasajeros transportados, casi el doble que Star Alliance, que es la gran preferida de los políticos más belicosos con la compañía española de bandera.

Duro dilema, pues. Las cifras anteriores ponen a los políticos catalanes más proclives a castigar a Iberia por abandonar El Prat como centro de operaciones en favor de su filial de bajo coste, Click Air, ante una terrible elección: apostar por el futuro que les ha prometido, sólo prometido, Star Alliance, o ponerse de acuerdo con el presente que representan Iberia y One World.

Si optan por lo primero deben saber que hay miles de trabajadores detrás de lo que representa su principal cliente, que actualmente es Iberia. Si se decantan por lo segundo, deberían negociar para que los sueños intercontinentales de El Prat no se esfumasen.

La realidad siempre es una inoportuna piedra en el zapato de los sueños.