Sorpresa: el que espera detrás del traje gris y la corbata naranja de rayas, encima de los zapatos negros de cordones y debajo del pelo bien cortado es Albert Pla.
Pero que nadie se confíe. El cantante catalán no ha dejado de ser él mismo; simplemente se ha camuflado para retratar al malísimo protagonista de El malo de la película, la película/musical/obra de teatro que Pla estrenará mañana y representará durante dos semanas en el Círculo de Bellas Artes de Madrid (tras pasar por Barcelona y América Latina).
«Bueno, más que una película o un concierto, esto es un espectáculo multimierda», susurra el artista. Lo que significa: un escenario forrado de moqueta verde adornada con algún tronco pintoresco y con alguna ardilla disecada; una pista de asfalto que atraviesa la pradera y el esqueleto de un kart en el que conduce Pla. A su espalda cuelga una pantalla por la que desfila la hora y pico de metraje que el cantante grabó por las estrechas carreteras de La Selva, la comarca de Girona donde Pla tiene su casa. En un rincón, por último, esperan una guitarra eléctrica y (también trajeada) Judith Farrés, la compinche musical de Pla desde los tiempos de Cançons d'amor i droga.
Entre todos cuentan la historia de ese malo de la película, ese abogado vestido de gris con cara de Albert Pla que atraviesa pastos y huertos. Su propósito es conseguir la firma definitiva que permitirá que su siniestro jefe convierta la verde pradera en un sucio y lucrativo polígono industrial. «¡Se os van a acabar las gallinitas!», grita Pla en un momento del espectáculo.
No tan pronto. El pobre malo tendrá que soportar un verdadero martirio en la persecución de la dichosa firma. «El relato está construido a partir de pequeñas historias que Albert se va encontrando a medida que pasan los kilómetros», explica Pedro Páramo, productor del espectáculo.
La primera de ellas es la de una iglesia, la de San Martín, con la que choca frontalmente el coche de Pla. Escenario y pantalla dialogan y permiten que el cantante-abogado conozca la escatológica leyenda de un santo guerrero que venció a sus adversarios infieles a golpe de..., en fin, a golpe de genitales.
«Bueno, esto tampoco iba de hacer el parte metereológico del tema inmobiliario», explica Pla. La cuetión constructora, en realidad, es el hilo que permite que el abogado viva una serie de aventuras rurales, como si fuera un anti-Ulises. Así, después de San Martín llega a un laboratorio científico que trata de construir la casa más segura del mundo. Tan segura, que es imposible entrar ni salir de ella.
Uno de los habitantes de esa casa, por cierto, es el cineasta Juanma Bajo Ulloa, convertido en actor por un día. No es el único. Sus colegas Cesc Gay y Joaquim Jordà (fallecido en 2006) también asoman la cabeza por la pantalla de El malo de la película.
Entre episodio y episodio, el personaje de Pla se retrata a sí mismo a través de la clásica y locuaz voz interior que narra muchas de las delirantes canciones del cantautor. «A vese' tengo malo' pensamiento'» dice el abogado. «Pero en el fondo, soy un poco hippy, un poco artista», recula, poco después.
No podía ser de otra forma. El personaje de Pla sufre un trastorno bipolar de los que hacen afición. Está dispuesto a arrasar con todos los bosques que haga falta pero se considera a sí mismo un amante de la vida y de los buenos sentimientos. Es servil con su jefe, pero se imagina a sí mismo como a un rebelde dispuesto a combatir al poder. Parece haberse concedido impunidad moral, pero, a la vez, busca desesperadamente redimir su conciencia. «Y por eso acaba como acaba», sentencia Páramo.
Cineasta «caserillo», artista polivalente
Buenas noticias: a la comarca de La Selva, una zona de humedales y bosques al sur de la provincia de Girona, no han llegado (y si lo han hecho, no han tenido mucho éxito) los depredadores del territorio. «O por lo menos, no todavía», cuenta uno de sus habitantes más famosos, Albert Pla, tan retraído ante los periodistas como locuaz ante el público. «No sé, parece que [el inmobiliario] es un problema que existe en todo el mundo, porque en todas los sitios donde hemos estrenado nos han preguntado si era una alusión a sus asuntos de corrupción inmobiliaria».
Lo de 'El malo de la película' no es, por tanto, un ejercicio de denuncia pura y dura. «En realidad, yo estaba aprendiendo a montar cine y...». Así que Pla se propuso hacer una película para practicar su nueva habilidad y le salió 'El malo de la película'. «Bueno, esto es un poco caserillo», reconoce el cantante.
'Caserilla' también ha sido casi toda la carrera del autor de 'La dejo o no la dejo'. Y el asunto va ya para una década de carrera que ha convertido a Pla en una de las voces más sorprendentes de la música en español y catalán. Ahora que Pla confiesa, de vez en cuando, que anda un poco hastiado de la música, ese cruce de géneros que el artista llama 'multimierda', le abre un sinfín de posibilidades.