Puede ser una buena oportunidad para contemplar algún documental de La 2 o para dignificar el DVD con una comedia de los Marx o con una cinta de cine negro. Cualquier cosa antes que seguir a 22 jugadores corriendo sin criterio detrás de un balón. El Real Madrid y el Bayern Múnich son dos de los más grandes clubes de Europa, pero hoy van a cruzarse en el subsuelo del antifútbol, la depresión y el desastre. Aburren, vegetan y se han convertido en dos viejos aristócratas que sólo pueden hablar de sus batallitas. De jugar al fútbol hablan otros. Y con más sentido. Como aperitivo indigesto no estuvo mal la tétrica víspera del partido, con los rumores en torno a la continuidad del Fabio Capello.
La situación es tan desesperada que los propios jugadores del Real Madrid no sabían ayer quién iba a dirigirles esta noche (una curiosa forma de preparar un partido de la Champions League), y Ottmar Hitzfeld ha tenido que sustituir a Felix Magath, ganador de dos dobletes, en el banquillo del acorazado alemán. Y el discurso es tan triste y plano que el todavía técnico italiano del club blanco apenas expone argumentos para explicar su presunta aportación al desarrollo futbolístico del equipo en sus siete meses de árido mandato.
«No estamos tan mal. Vamos cerca de la cabeza en la Liga y seguimos vivos en Europa», afirmó ayer Capello antes de la tormenta sobre su supuesta marcha. Cuando se pide hablar de fútbol, sólo aparece el recurso a la estadística.Y además, con falsedades. Capello ha conquistado tres puntos menos que el Madrid del año pasado, sí, ése que era tan nefasto con Luxemburgo o López Caro, con Zidane o con Ronaldo. Ni el neolenguaje del George Orwell de 1984, el que hablaba de paz cuando quería decir guerra, y al revés, habría llegado con tanto descaro.
Por fortuna para los madridistas, el rival de esta noche, el viejo enemigo protagonista de tantas batallas históricas, está todavía peor. Es más, el propio Hitzfeld, que ha llegado al banquillo con manguera y casco de bombero, en medio de una de las más graves crisis deportivas del club bávaro, comentó ayer en los lujosos salones del hotel Palace que, al menos, el Madrid encaja menos goles: «Defensivamente está mejor que nosotros. En el apartado ofensivo ambos presentamos problemas de claridad, de creatividad, pero a nosotros nos marcan más goles que a ellos y eso tenemos que corregirlo. Espero que comencemos a aplicarnos en el Bernabéu. Es el mejor escenario posible para reactivarnos».
Hitzfeld se irá en junio porque lo suyo es una misión de emergencia. Después puede llegar el propio Capello, lo que sería toda una carambola, y Bernd Schuster, precisamente el técnico elegido por Calderón y Mijatovic para soltar el lastre de Capello, que ha pasado de ser Dios a convertirse en una rémora prescindible. En realidad, el entrenador alemán puede ser el único mortal que aguante durante 90 minutos la visión del partido de hoy sin acudir al baño o a por una cerveza. A partir de junio puede ser el máximo responsable de uno de los dos equipos.
Como no podía ser de otra manera, el Bayern se atrincherará atrás a la espera de una contra. Poblará el centro del campo con cinco hombres. Tratará de atar a Guti, la única fuente creativa del Madrid, y esperará al partido de vuelta. El recuerdo del 0-2 logrado en septiembre en el estadio del Inter es su referencia. Ha llovido desde entonces, pero ese resultado demuestra que, aún siendo un bodrio, el Bayern todavía guarda cierta capacidad para sorprender.
El Madrid no podrá contar con los lesionados Ramos y Diarra, mala noticia la primera y excelente la segunda. Y vuelve Roberto Carlos, corto de preparación. El pavor que Emerson siente al público del Bernabéu, justificado por su paupérrimo rendimiento y su aspecto de portador de carné del Inserso, puede hacer que Beckham tenga un hueco junto a Gago. Sería la enésima prueba, la penúltima rectificación del que pronto será el ex entrenador del Real Madrid, el mismo que ayer dijo que Cassano, otro maldito, puede volver pronto.