PABLO PARDO. Especial para EL MUNDO
WASHINGTON.-
¿Monarquía o república? Hoy parece que plantear esa cuestión en EEUU es una estupidez. Pero hace 223 años la cuestión estaba en el centro del debate político. El país acababa de ganar la Guerra de la Independencia -con la ayuda de España y, sobre todo, de Francia- frente a Gran Bretaña. Aunque, en EEUU, a esa guerra se la conoce como la Revolución Americana. Y esa Revolución tenía un claro protagonista: George Washington, el comandante en jefe del Ejército continental, que había dirigido la campaña. Una revolución implica crear un orden político nuevo. Pero la figura de Washington pesaba demasiado en el paisaje político del país. Él era, literalmente, el padre fundador. Y una parte importante de los líderes políticos americanos querían nombrarlo rey. Al fin y al cabo, él ya tenía el control del Ejército.
Fue entonces cuando Washington hizo, verdaderamente, algo revolucionario. Renunció al poder. Fiel a sus ideales republicanos, entregó el control del Ejército al Congreso. Y se fue a su plantación de Mount Vernon, en Virginia. Una plantación en la que las ideas ilustradas de Washington no llegaban, evidentemente, a los esclavos. El futuro presidente presumía de que mantenía a los niños negros desnudos hasta los seis años para ahorrar dinero en ropa.
El acto de Washington marcó para siempre el futuro del país. Y ayer, coincidiendo con la fecha de su cumpleaños, que en EEUU es una de las pocas fiestas nacionales que hay, el Estado de Maryland expuso por primera vez el discurso en el que el futuro presidente entregaba sus poderes como comandante en jefe al Congreso. Un documento breve, de apenas 350 palabras, escrito con la caligrafía preciosista del siglo XVIII. Maryland lo ha comprado por alrededor de 1,15 millones de euros a una familia del Estado .
El gesto de Washington marcó la Historia de EEUU. Aunque cinco años después, el padre fundador tuvo que regresar de Mount Vernon para salvar a su país. La Confederación creada tras la Guerra de la Independencia no funcionaba. El Gobierno central era demasiado débil.
En 1787, cuando el país amenazaba con partirse, se celebró la Convención de Filadelfia, en la que EEUU se dotó de una Constitución y dejó de ser una confederación -algo relativamente similar a la zona del euro ahora- para convertirse en una federación. Su primer presidente, previsiblemente, sería Washington, quien poco después daría otro ejemplo de su poca estima por el poder al renunciar al sueldo que le había sido fijado por el Congreso, primero, y, luego, al rechazar presentarse a un tercer mandato y volver, en la cúspide de su fama, a Mount Vernon.
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