Los enamorados de Hollywood saben que uno de sus fuertes pasa por los profesionales en la sombra, tipos curtidos que manejan las claves técnicas y artísticas para redondear las obras. Gracias a ellos, incluso en las películas menores relampaguea un perfil admirable. Donald Lee Feld, Donfeld en el circuito, fue uno de esos hombres. Fallecido la pasada semana a causa de un infarto, fue uno de los mejores diseñadores de vestuario de todos los tiempos y un mandarín repleto de erudiciones. Conocía las historias del viejo cine y paseaba entre ellas como un avezado explorador acostumbrado a conversar con fantasmas.
Nominado cuatro veces al Oscar, premio que nunca recibió, había trabajado con algunos de los más grandes, como Sidney Pollack o John Huston. Suyos son los ropajes achulapados de El Honor de los Prizzi, penúltimo asalto de un Houston que ya oteaba el final del viaje, y los trajes cruzados, listos para embarrarse a la salida de algún garito untoso, de Días de vino y rosas, memorable película a la que sólo Días sin huella iguala en su aproximación al borrascoso mundo del alcoholismo. Entre copa y copa de ginebra, Jack Lemon paseaba la náusea embutido en una chaqueta marca Donfeld. Su ojo para viajar del universo clase media al estilismo con brillantina de la mafia resultaba implacable. Bette Davis, Ann-Margret, Ingrid Bergman y Natalie Wood, entre otras muchas luminarias, contaron con Donfeld para sus trabajos. También diseñó vestuario en televisión, por ejemplo en la serie Wonder Woman, de 1978, por la que recibió varias nominaciones a los premios Emmy. En un mundo adicto a otorgar premios, devaluados por exceso, Donfled pudo afirmar que su máximo galardón consistió en no recibir ninguno. Lo que otros hubieran tomado por fracaso, él lo masticó tranquilo, con la sabiduría adquirida en décadas de matar la vanidad trabajando.
Los Angeles fue su ciudad. Desde su nacimiento, en 1934, la turbulenta urbe constituyó el ecosistema donde viviría. Tras graduarse en el Chouinard Art Institute, encontró trabajo en Capitol Records, donde dibujó numerosas portadas. Capitol, la primera gran compañía discográfica de la Costa Oeste, consagró su catálogo de aquellos años a la música popular, y muchos de los grandes crooners de la época (Frank Sinatra, Dean Martin, Nat King Cole), realizarón allí grabaciones memorables. Tras formarse durante algunos años, Donfeld dió el salto a la industria del cine, a la que llegó diseñando vestuario para la gala de los Oscars.
Vestido como un gentleman, alto y fuerte, Donfeld todavía mantenía el contacto con el negocio que lo acogió durante cinco décadas. Cuentan que en los últimos tiempos contemplaba Hollywood con cierto cansancio. Consideraba que había escogido un camino ciego, perfumado de mediocridad y avaricia, y añoraba los días dorados, cuando la comercialidad no caminaba reñida con el talento. Tampoco ejercía de agorero ni pensaba que cualquier tiempo pasado fue mejor. Al contrario, todavía apreciaba el buen cine, y en algunos de los clásicos modernos, como Scorsese, veía flamear la antorcha de los Ford, Hawks y compañía. Con Donfeld desaparece otro pionero, un tipo con conducta. Sus diseños en tecnicolor perviven en el imaginario de varias generaciones.
Donald Lee Feld, diseñador de vestuario cinematográfico, nació en Los Angeles el 3 de julio de 1935 y murió en Temple City (California) el 3 de febrero de 2007.