Sin embargo, hay decepción y dolor en su sonrisa, un cansancio tenue de la que no está cansada pero sí decepcionada. Una de sus primeras decepciones es o fue la de Peces-Barba, puesto a su lado por el Gobierno y que cayó pronto en el escepticismo y el cansancio. La mujer española, cuando se mete en política, cuando pega ese salto atrás y prevenido hacia las querellas de los hombres, siempre lo hace con más impulso que éstos, con más decisión y con mejor ademán de heroína. Hay quien la acusa ya de militar sensitivamente en el socialismo de Zapatero, pero en un país tan politizado como España es inevitable que un partido u otro capitalice las fluctuantes iniciativas populares. De esto vivimos todos en guerra de guerrillas abultando la realidad del caso y alumbrando una Pilar Manjón siempre que la Historia viene fuerte. El último alarde en este sentido fue cuando la Guerra Civil, que las llamadas milicianas dejaron el bastidor para ponerse un revólver en la cadera, esa cadera tan barroca que gastan ellas.

Tenemos ya por ahí otra heroína popular, también joven y comunicativa, que parece más cercana al PP, y ahí asoma ya la constante duplicidad de la vida española. Cada uno y cada una preguntan por sus muertos, mientras los policías se preguntan por quién cumplen ellos y los acusados se preguntan por qué también les juzgan mujeres que además son más inquisitivas y usan de un tono y estilo que vale por el revólver de las otras. Nos emociona ver a estas Manolitas Malasaña improvisadas dentro igualmente de un barroquismo goyesco que hoy se viste de mantilla y Semana Santa. Alguien ha comentado que este juicio es el mayor de la Historia. A un país como éste, que ha montado las grandes Inquisiciones y construido las más ilustres hogueras, le corresponden los más habitados juicios, incluso con fondo de todos los tapices del fuego, como los que compraba y vendía el hereje de Miguel Delibes. De esos herejes está habitada España, entre judíos, árabes, moros y cristianos.

Creo que son hasta tres los representantes del pueblo español en este juicio y dos de ellos mujeres: Angeles Domínguez y Pilar Manjón. Ésta quizá tenga más servidumbres que otros, pero su mensaje de emoción y sinceridad, de justicia popular, llega mejor y más urgente, como un aviso previo, como una primavera atrevida, a esas víctimas a las que ya no llega nada. La sonrisa de Pilar es una sonrisa del Corpus. Ella tiene algo de dama sacratísima, siendo tan joven, y sólo los dobleces delicados de sus ojos nos traen una esperanza numerosa y confortativa, justiciera. El viento de febrero lleva en sí los perfumes y anticipos de lo español, de un pueblo que vuelve a la calle con imprevistos brotes de identidad. Como una maceta.