Miércoles, 21 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6275.
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 CATALUNYA
ROCK / Nine Inch Nails
Latigazos a presión
JAVIER BLANQUEZ

Nine Inch Nails

Escenario: Razzmatazz 1./ Fecha: 18 de febrero.

Calificación: ****

BARCELONA.- A estas alturas, Trent Reznor difícilmente va a cambiar la estructura y la textura de un show de Nine Inch Nails. Así que, una vez visto en directo, visto para siempre.

El primero de los dos conciertos en Barcelona de presentación del nuevo álbum previsto para abril, Year zero -con reprise en la noche del lunes- fue una repetición fiel de la estética sobria y la intensidad animal que ya demostró hace dos años -por remitirnos al concierto más cercano en el tiempo-, cuando tocaba defender el material de With teeth. A bandas como Nine Inch Nails le sientan bien recintos como Razzmatazz: su rock industrial pesado se confunde con el suelo de cemento y las vallas de metal, y da la sensación de estar dentro de una fábrica abandonada; esa sensación camaleónica juega decisivamente a su favor. Cualquier otro lugar sería igual de bueno, pero nunca igual de especial.

Además, la sala se adapta perfectamente en sus dimensiones a las necesidades del concierto. Nine Inch Nails ya no es el grupo masivo de mediados de los noventa capaz de llenar estadios, pero Trent Reznor ha sabido mantener el tirón de público de su criatura infernal con discos sólidos y coherentes con su trayectoria que le han permitido acomodar la claustrofobia de su rock afilado a los recintos para 2.000 o 3.000 personas: y entonces todo se alinea para que salte la chispa.

Que la fecha inicial de Barcelona se dividiera en dos ayudó a repartir el público y la sensación de estar en una olla exprés acabó diluida en medio de una cierta comodidad. Pero en el centro de la pista, frente al escenario y en las primeras filas, aquello era la guerra, con saltos de los músicos a las cabezas del público incluidos. Nine Inch Nails es de esa clase de bandas que sólo se pueden experimentar anteponiendo lo físico a lo cerebral.Fuerza bruta de trazo fino equidistante entre el avant-metal, la electrónica ruidista, el rock generacional -sus años de esplendor fueron los del auge del grunge- y el punk más salvaje que tiene como resultado una sucesión de latigazos rápidos de ruido apenas domesticado.

Durante algo más de hora y media, Reznor condujo un concierto sin parafernalia ni relleno. Nine Inch Nails están en ese momento de su carrera en el que no han tenido tiempo aún de notar un bajón creativo catastrófico -y ya son casi dos décadas de recorrido- ni de perder la forma física. Y así, alternando material del nuevo disco -el arranque con Mr. Self Destruct- con singles antiguos y recientes como Closer y, ya en el tramo final, Only o The hand that feeds, lo dieron todo para redondear un show sobrio y sin nada reprochable. Un show ya visto, pero no por ello menos perfecto.

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