NUEVA YORK. - Amillia Sonya Taylor pesaba 284 gramos al nacer y medía menos de 25 centímetros. Cuando llevaba 21 semanas de gestación, su madre dio indicios de un parto prematuro y los médicos decidieron practicar una cesárea para intentar salvar su vida. Pocos pensaban que sobreviviría, aunque las enfermeras decidieron volcarse con la niñita negra y tomaron las huellas de sus pies, para que todo el mundo recordara cuán diminuta era (poco más larga que un bolígrafo).
Amillia, la niña milagro, abandonará en los próximos días el hospital de Florida donde ha pasado los primeros cuatro meses de su vida, enganchada a una encubadora y alimentada con suero hasta superar los 60 centímetros y los dos kilos de peso, con los que ha posado ante las cámaras en manos de su madre, Sonja.
Se trata del bebé más prematuro que ha logrado sobrevivir hasta la fecha, de acuerdo con la base de datos del Departamento de Pediatría de la Universidad de Iowa, donde consta el nacimiento de siete bebés a las 23 semanas entre 1994 y el año 2003 (una gestación normal se prolonga entre las 37 y las 40 semanas).
La niña Amillia vino al mundo el 24 de octubre del 2006, exactamente a las 21 semanas y seis días de ser concebida. Los médicos calcularon con total exactitud el momento de la concepción, pues la madre se sometió a un tratamiento de fertilización in vitro.
La Asociación Americana de Pediatría considera que un bebé nacido con menos de 23 semanas de gestación es sencillamente «no viable», con un índice de mortalidad que ronda el 70%. El caso de Amillia ha disparado las esperanzas y ha fulminado las estadísticas.
«No éramos nada optimistas», admitió el doctor William Smalling, neonatólogo del Baptist Children Hospital en Kendal (Florida). «Pero la niña nos ha hecho ver que estábamos equivocados. Se trata verdaderamente de un bebé milagro... Ya duerme en una cuna, recibe sus tomas como cualquier otro bebé, puede llevar una vida totalmente normal».
Aparte de los problemas respiratorios y digestivos comunes en los bebés prematuros, Amillia sufrió una pequeña hemorragia cerebral que mantuvo en vilo al equipo médico. «Podíamos tratar la insuficiencia pulmonar, pero el cerebro era la cuestión más importante», admitió el lunes el doctor Paul Fassbach. «Afortunadamente, su diagnóstico es excelente y no es de esperar que la niña sufra secuelas en el futuro». «Era difícil imaginar que la niña llegaría hasta aquí», reconoció el lunes su madre, Sonja. «Pero ahora empieza a parecer un bebé real. Y aunque pese sólo unas cuantas libras, y a la gente le parezca pequeña, ante mis ojos parece ya un niña rolliza».
Sonja Taylor y su marido, Eddie, llevaban más de un año intentando concebir con la ayuda de la fertilización in vitro. Amillia es la primera hija «probeta» de la pareja, que pese a la experiencia traumática parece dispuesta a repetir. Sonja dio síntomas de un parto prematuro a las 21 semanas de la gestación: todos los intentos de intentar demorar el nacimiento fueron inútiles, por lo que los médicos decidieron practicarle la cesárea para que la niña tuviera mayores posibilidades de sobrevivir.
Durante seis semanas, la madre sólo pudo observar a la pequeña en la incubadora y tocarle levemente con unos guantes dentro de la burbuja. Al poder tenerla en brazos, recuerda, experimentó «la mayor felicidad posible». Aunque la niña seguirá teniendo preventivamente asistencia respiratoria fuera del hospital, se espera que en dos semanas pueda llevar ya una vida completamente independiente y normal.
«Ahora sonríe, y hace todo los que se supone que deben hacer todos los bebés a su edad (cuatro meses)», admite exultante la madre de la niña milagro. «Y a mí me parece sencillamente asombroso, pues los médicos nos advirtieron que a lo mejor iba a tardar en desarrollarse».