Tal es la idea que ha inspirado a la compañía neozelandesa TGR Helicor, la única que fabrica estos aparatos voladores en todo el hemisferio sur, para crear una nueva máquina robótica cuyas primeras pruebas ya están en marcha y que tendrá la capacidad de recoger en las alturas a los exploradores que estén en peligro. Hasta ahora, los helicópteros convencionales -es decir, pilotados- no superaban los 6.000 metros de altura, pero este nuevo diseño podrá alcanzar los 9.000 metros, es decir, 150 metros más de los que hacen falta para llegar al punto más elevado de la Tierra.

Mark Inglis, bioquímico, atleta paralímpico y primer montañero en subir el Everest con piernas protésicas, es uno de los expertos que está contribuyendo a popularizar al nuevo helicóptero rescatador, denominado Alpine Wasp (Avispa alpina), si bien reconoce que, al escuchar por primera vez la idea, no le prestó demasiada credibilidad.

Primeras pruebas

Ahora, sin embargo, parece convencido de las posibilidades del diseño en el que llevan ya trabajando seis años Trevor Rogers, presidente de TGR, y su equipo. «Vamos a desafiar la ciencia de la aviación a altitudes extremas y a conquistar nuevas fronteras en el monte Everest y en Nepal», comentó Rogers hace unos días al diario británico The Guardian. Las primeras pruebas del Alpine Wasp se llevarán a cabo esta primavera desde los alpes neozelandeses. Si todo va según lo previsto, la compañía construirá un hangar para sus helicópteros automáticos en el pueblo nepalí de Namche Bazaar, un asentamiento sherpa situado en el sur del Everest a unos 3.400 metros del campamento base.

Los planes son que este pequeño helipuerto albergue dos máquinas rescatadoras, un equipo humano que se encargue de utilizarlas y un servicio de emergencias especializado en el tratamiento de congelaciones y otros problemas típicos de las alturas del Everest. El piloto controlará el aparato a distancia, orientado por cámaras y sensores láser y en una cabina de realidad virtual.

Los montañeros que deseen usar este servicio deberán llevar un dispositivo electrónico para ser localizados. Además, al no haber piloto que pueda bajar a ayudarles -una operación que, en cualquier caso, resultaría casi imposible de realizar en alta montaña-, tendrán que conservar suficientes fuerzas para trepar por la cuerda que les lance el helicóptero de forma automática cuando les encuentre.