En los retratos busca siempre ese hilo argumental, que nadie ha visto antes, para llegar al fondo del personaje que se sitúa delante de la cámara y descifrarlo con un guiño escenográfico. Va creando una escenografía cómplice alrededor de cada uno de los modelos que escoge, ambientes que sitúan al retratado en un contexto que es a la vez extraño y cercano. Por delante de su cámara han pasado políticos, artistas, actores, gente de la calle... Y en todas las instantáneas quiere dejar colgando un temblor psicológico, una nueva lectura del protagonista.

Pero donde Rosa Muñoz se encuentra más libre es en sus Naturalezas, reunidas ahora en un libro y creadas como un gran bricolaje, como una fábula portátil. Espacios naturales que quedan descontextualizados por objetos fuera de lugar, domésticos, sin significado casi en el escenario de la foto. Los colores vivos, en llamas, asestan una temperatura irreal a los escenarios y los va salpicando, como afirma el crítico Fernando Castro Flórez, de «huellas líricas con la esperanza de que comprendamos que más allá del miedo tenemos que aprender a vivir de maravilla».

Una selección del trabajo más reciente de Rosa Muñoz se exhibe hasta el próximo mes de marzo en el Bulevar Salvador Allende de Alcobendas. Más de 30 fotografías de gran formato, al aire libre. Allí despliega esa radiante inquietud que desprende su obra, siempre aferrada a un paisaje que lo envuelve todo también desde las esquinas de la desolación, desde la protección vegetal otras veces, creando un bosque animado y habitado donde el tiempo forma parte de las metáforas visuales.

La participación de Muñoz en esta última edición de Arco le ha reportado, además, gran éxito entre las galerías coreanas. Allí ha mostrado algo del trabajo que va a desarrollar en su próxima exposición, en la galería Antonio de Barnola de Barcelona, que inaugurará el 1 de marzo, al mismo tiempo que otra muestra colectiva en Houston, junto a Chema Madoz, Ouka Leele y Pablo Genovés, entre otros.

En sus fotografías, esta artista madrileña busca la deslocalización como pasaporte hacia los espacios imaginarios que propone. En este viaje, sus instantáneas escenificadas tienen algo de cobijo o de amparo. Sólo la luz desconcierta, porque no es cálida, sino que parece robada de la cresta de un incendio. Las herramientas digitales son domadas por Muñoz para conseguir esas atmósferas desubicadas, para construir estos espacios irreales que forman parte de su singular imaginario en marcha.