Según Andrés Lima, director de Animalario, hay un 50% de posibilidades de que esté usted loco. Lima no inventa: se basa en la revista European Neuropsicopharmacology, que asegura que «un 51% de la población europea ha sufrido alguna enfermedad mental en los últimos 12 meses».
Y Lima no tiene empacho en declarar abiertamente su locura: dice creer a pies juntillas en «la utopía», no pierde su fe en el teatro en tiempos poco fáciles y, en su nuevo montaje, «muy probablemente» algún enfermo mental «declarado» -diagnosticado- saldrá a escena.
La visión de Animalario sobre el Marat-Sade de Peter Weiss, la obra que para algunos certifica el fracaso de la modernidad desde su raíz con un grupo de enfermos mentales representando la Revolución Francesa, llega mañana al Teatro María Guerrero prometiendo emociones fuertes. Lima habló ayer literalmente de «armar la marimorena» -aunque subrayó que «a nadie se le escupirá»-, y los ingredientes tienen buena pinta.
Por un lado, una obra que camina por todos los extremos: sexo y muerte, bondad y maldad, revolución y locura o, como prefiere señalar Lima, «miedo y esperanza». Por otro, una compañía, Animalario, que también conjuga agua y aceite: aspiraciones radicales y éxito a gran escala -sin ir más lejos, Hamelin, sobre la pedofilia, les valió el Premio Nacional de Teatro-.
«Copulación universal»
Y luego está el foro, ese venerable María Guerrero que Animalario pretende profanar con la «copulación universal» de Sade, y con incluso varias ráfagas de improvisación, distintas en cada una de las sesiones -de hecho, ésta parece una buena ocasión para pulsar el estado de la capacidad de sacudir conciencias del teatro de hoy-.
La obra, lastrada por una densidad intelectual que por momentos se torna oscuridad casi total, pone el dedo en todas las llagas: la imposibilidad del bien sin el mal, la inutilidad del individuo sin el colectivo, la ceguera de ese mismo colectivo -el mismo Robespierre llamó al francés «pueblo más estúpido del mundo»-, el insalvable vacío entre la teoría y la práctica...
«Todo parte de lo real», explicó ayer Lima en la presentación: «Sade, que sólo pasó tres años en libertad desde los 18 hasta su muerte, solía organizar representaciones de teatro en el psiquiátrico de Charenton. Y ahí estaba la hez de la Tierra, como alguien tachó a los locos, haciendo teatro para lo más chic del París de la época».
Al fondo, las ideas gaseosas o no de la Ilustración, que Lima dice aún hoy lejanas: «Libertad, igualdad y fraternidad no existen hoy en día, la utopía hoy está absolutamente desprestigiada, pero opinamos que merece la pena», señaló el director, cuyo gran reto ha sido bajar el texto de su pedestal intelectual «al teatro popular» y que ha estado en contacto con Alfonso Sastre, autor de la versión en castellano, para levantar la producción: «Aún no ha visto el montaje, pero le gustó la idea de contemporaneizar la obra y me pidió que se respete su ansia de utopía»,
Sastre ejemplifica bien la capacidad perversora del texto: cuando Marsillach estrenó la obra en España en los 60, el nombre del dramaturgo prohibido no se podía pronunciar y «los alrededores del Teatro Español estaban rodeados de lecheras de la Guardia Civil».
Y ya que había que ir a las raíces, los miembros de Animalario se tiraron casi un año recogiendo experiencias en dos frenopáticos madrileños, Doctor Esquerdo y Doctor Nervión, y también con el grupo de teatro Yeses de la cárcel de Alcalá-Meco. «En las clínicas vimos la poca distancia que nos separa de la locura», contaba ayer Lima: «A veces se te acercaba uno y te preguntaba: '¿Y tú cuánto tiempo llevas aquí?'».
Alberto San Juan será Sade, Pedro Casablanc será Marat, y completan el reparto -reducido a 12 actores más figurantes, muchos menos que los más de 30 del original- Nathalie Poza, Miguel Rellán, Javivi y Fernando Tejero, entre otros.
Precisamente San Juan quiso ayer aportar una lectura política al Marat-Sade: «Aquí se explica algo importante para el momento en que vivimos: no hay dos bandos, todos tenemos una capacidad de violencia y sólo tenemos que mirar al interior para encontrarla. Cuando miramos a quien creemos que es nuestro enemigo a los ojos, nos estamos mirando a nosotros mismo en realidad».
Tanta voluntad de autoconciencia de nuestras propias mismidades se generó en la rueda de prensa que un periodista preguntó a Lima si del montaje se deriva que, al fin, es posible la revolución y el hombre puede no ser un lobo para el hombre: «Hombre, en la obra creo que no hay conclusión, opino que no gana ni Sade ni Marat, pero si me preguntas a mí, sí, yo creo que la revolución es posible si es en el interior de cada uno».
Para poner el envoltorio musical, Nick Powell ha creado una banda sonora que, aseguró, bebe de las melodías fracturadas de Tom Waits y de la perversión de la Velvet Underground.