MADRID. - La pregunta corre como un reguero de pólvora por entre los miles de fans, cotillas y gentes del show business: ¿Se ha emborrachado de éxito Britney Spears a sus 26 años? ¿Ha hecho crack su sentido común? ¿Está poseída? Sean cuales sean las respuestas, el caso es que la cantante estadounidense ha dado, en los últimos días, muestras de que sus excentricidades parecen haber alcanzado un tour de force.
Pretendidamente de incógnito, ingresó el pasado jueves en la clínica de desintoxicación Crossroads Centre, fundada por el mismísimo Eric Clapton en la isla de Antigua. Por supuesto, no logró pasar desapercibida, y mucho menos cuando los tres o cuatro días que iba a pasar allí quedaron reducidos a 24 horas. Se largó por la puerta de atrás... sin que nadie supiera, eso sí, de qué adicción había ido a tratarse. La única pista al respecto remite a sus recientes correrías nocturnas (léanse orgías) junto a Paris Hilton, donde se dice que bebía sin cesar y se lamentaba por haberse divorciado en noviembre del bailarín Kevin Federline. Incluso se publicaron unas fotografías, hace casi dos meses, en las que se la veía saliendo de un automóvil y sin ropa interior.
«No hay manera de convencerla de que se quiera más. No tiene autoestima. No la puedo salvar de sí misma y no la puedo someter a un tratamiento en contra de sus deseos», declaró inmediatamente su ex asistente personal, según difundió ayer la CNN, que le dedicó más tiempo al tema que a los enésimos episodios de violencia en Israel, Afganistán o Irak.
Ya en Los Angeles, las disputas con su madre terminaron por empujar a la errática Britney a una huida frenética por las autopistas de la megalópolis californiana en dirección a Tarzana, donde se encuentra el salón de peluquería donde montó el show de imitar el look de la no menos extravagante Sinéad O'Connor a golpe de maquinilla.
«Parecía estar muy ansiosa, con la mente en otra parte y le caían algunas lágrimas por la cara. Gritaba y maldecía por el dolor al quitarse sus extensiones, y movía mucho el cuerpo. Yo sólo me limité a barrer cuando terminó», ha dicho la titular del establecimiento.
Una certeza: ni es la primera ni será la última en deslizarse por la pendiente de las consecuencias que suceden al megaéxito (otras divas norteamericanas de la última década, como Whitney Houston o Mariah Carey, se han montado también en la montaña rusa hacia ¿dónde?). Y, como les ocurrió a ellas, nada hacía presagiar tal naufragio, más personal que profesional.
La Spears, con apenas 10 años de carrera a sus espaldas, se ha embolsado cerca de 30 millones de euros sólo con sus giras -en las cuales no resulta nada raro que actúe en playback, como pudo comprobarse en la primera edición lisboeta del macrofestival Rock en Río- y ostenta el récord del álbum de debut de una cantante femenina con menos de 20 años que más copias ha vendido en la historia de la música ya que Baby, one more time (1999) ha despachado 25 millones de discos en todo el mundo.
La cumbre de su proyección internacional llegó en 2003, cuando provocó todo un shock su beso lésbico con su admirada Madonna en una gala de MTV. Los mismos que se apresuraron a proclamar que aquella performance igualaba su estatus al de la material girl son quienes, probablemente, mascullan ahora aquello de el-tiempo-pone-a-cada-uno-en-su-lugar.
A partir de ahí, más y más salidas de tono, paralelas al pronunciado declive de sus ventas discográficas. Se descolgó con la balada Everytime, que habla de su ruptura con Justin Timberlake. Se casó en Las Vegas con un antiguo novio, aunque sólo dos días después se anuló su matrimonio tras confesar ambos que no eran conscientes de lo que hacían por lo muchísimo que habían bebido.
Casualmente (o no), la gestación de su quinto álbum se encuentra en fase de work in progress.
Con máquina de afeitar y a lo loco
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Llegó en una limusina, rodeada de guardaespaldas, entró en una peluquería y pidió que le raparan la cabeza. Sucedió el sábado en Los Angeles, con un enjambre de fotógrafos a la puerta. Pero la propietaria del local se negó a convertir a Britney Spears en una insospechada skinhead, no fuera que la estrella del pop se arrepintiera después y la demandara (nada extraño, visto su historial). Ni corta ni perezosa, Britney se afeitó ella misma, como muestra la secuencia. Tal vez pensaba entonces en la Sigourney Weaver de Alien 3.