Miércoles, 21 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6275.
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 ECONOMIA
GUERRA ZANJADA / Es la primera vez que el Gobierno paraliza una iniciativa legislativa / «Con otras leyes que afectaban a sectores econonómicos, como la del tabaco o el medicamento, se negoció y se tramitó con normalidad»
Salgado retira la ley del alcohol ante la exigencia de Zapatero de excluir el vino
«Antes de rebajarla, la retiro», aseguró la ministra Salgado tras una dura rueda de prensa
RAFAEL J. ALVAREZ

MADRID. - Cautiva, sola y desarmada, Elena Salgado liquidó ayer la ley antialcohol. «Antes de rebajarla, la retiro», dijo tras su rueda de prensa más dura. Atacada dentro y fuera del Gobierno, crucificada por el poderoso sector del vino y arrojada al ring electoral, anunció la «interrupción indefinida» de una ley que ha muerto antes de nacer.

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La ley, la primera que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero paraliza, desapareció ayer, un martes que Salgado no olvidará nunca. A la misma hora que su Ministerio convocaba a los periodistas, al presidente del Gobierno se le escapaba una noticia en un corrillo con empresarios en la Cámara de Comercio de Madrid: «El Gobierno retira la ley del vino (sic)».

Dos horas antes, con un mar de distancia entra las dos, la ministra de Agricultura ya sabía desde Ibiza que la ley de su colega de Sanidad estaba muerta, informa Marisa Recuero. Elena Espinosa había coincidido con Zapatero en una cumbre hispanoitaliana montada para promover la dieta mediterránea y en la que los dos gobiernos incluyeron al vino.

Pero lo más inaudito es que en la reunión que mantuvo por la mañana con el sector vitivinícola, la propia Salgado repartió la última versión del borrador de la ley y anunció que el texto ya no tendría más cambios. Los 35 folios que los bodegueros y los agricultores recibieron por la mañana llevan fecha de 20 de febrero de 2007. O sea, del mismo día en que, horas después, ya no servirían para nada. Y mientras -ya por la tarde- la ministra estaba diciendo en público que la ley era cadáver, sus colaboradores facilitaban a los periodistas los papeles de esa última versión.

«Eso es transparencia. El borrador muestra hasta dónde habíamos llegado en la suavización de varios aspectos. Pero no ha sido bastante», decían anoche fuentes de Sanidad.

El texto de ayer era el mismo que adelantó este periódico el 13 de febrero, pero con una mención a la Ley del Vino y la Viña que contempla la promoción de este caldo y recomienda su consumo moderado entre adultos. Aun así, el borrador de ayer dejaba claro que el vino no quedaba excluido de una ley que trataba por igual a toda bebida «con graduación alcohólica igual o superior al 1,2%».

Toda la presión recibida por Salgado en seis meses se resume en cuatro letras: vino. Aparte de la fuerza de los bodegueros y, sobre todo, de las organizaciones agrarias, la ministra ha recibido mensajes cargados de profundidad en su propia casa. Desde el mismo PSOE, desde algunas comunidades socialistas o desde algunos ex ministros (Bono, por ejemplo), la exigencia constante ha sido sacar al vino de esta ley pensada para prevenir el consumo de alcohol en menores de edad.

¿Cuando habla usted de confrontación y de críticas se refiere también a las comunidades socialistas?, preguntaron ayer a Salgado. «Mi reflexión es general», contestó sonriendo. Las elecciones de mayo, con muchas CCAA y ayuntamientos socialistas en contra de la ley, y la posibilidad de no sacar adelante el texto en el Congreso rondaron ayer en los pasillos de Sanidad. Pero los seísmos internos que agitaron a la minsitra tuvieron un epicentro hace un par de semanas, cuando el presidente del Gobierno dijo en el Senado que si no había consenso, no habría ley.

Ayer, Salgado negaba con la cabeza al terminar su cita con la prensa. «Ha sido imposible, imposible». Se refería a las negociaciones para suavizar la ley y consesuarla con los actores más combativos. «La tramitación de esta ley tendría que haber sido normal. Con otras leyes que afectaban a sectores económicos, como la del tabaco o la del medicamento, se negoció y se tramitó con normalidad. Pero, lamentablemente, lo que debía haber sido normal se ha convertido en un instrumento de lucha electoral», alegó Salgado.

Durante la escasa hora que duró la rueda de prensa, su argumento principal para retirar la ley fue el que la salud de los menores «no puede convertirse en materia de confrontación electoral». «Es difícil sustraerse al bombardeo de diatribas electoralistas», dijo al referirse a los dardos del PP, el último de los cuales voló ayer desde Tarragona de la mano de Mariano Rajoy: «No sé si después de las elecciones de mayo se va a volver a poner en marcha la ley. Nosotros tendremos que derogarla a la media hora de llegar al Gobierno porque esto es absolutamente disparatado». Desde Madrid, el PP pidió la dimisión de Salgado, «si ella no lo hace antes por su cuenta».

Cuando los periodistas quisieron saber si la presión recibida para excluir al vino de la norma ha influido en su decisión, Salgado dio pistas. «El Ministerio ha sido coherente. No somos equidistantes entre el sector y la salud. Estamos con los médicos. Esta es una ley sanitaria». Y cuando los informadores insistieron, la ministra mostró por qué la ley era ley entera o era no ley. «El vino tiene entre 10 y 12 grados. La cerveza y la sidra, cuatro. Lo que influye en la salud es la cantidad más los grados de alcohol. Si se excluyera al vino habría que excluir a la cerveza y a la sidra. Si hiciéramos eso, excluiríamos de la ley al 70% del alcohol que beben los jóvenes. Haríamos una ley sobre el conjunto vacío. Excluir un tipo de alcohol sería desviar los consumos hacia esa bebida. Perjudicaría el objetivo de la ley, que era aumentar la percepción de riesgo en los jóvenes y prevenir su consumo».

Y rozó Salgado la economía al hablar del vino. «Es peculiar que el vino español en Estados Unidos lleve etiquetas con leyendas relativas al perjuicio en la salud de los menores y las embarazadas. Y eso no ha influido en las exportaciones».

Arropada por todos los altos cargos de su Ministerio, Elena Salgado dejó para el final la respuesta a una pregunta con pinta de final. ¿Ha pensado usted en dimitir? «¡Santo cielo! Cuando alguien llega al Gobierno es porque comparte un proyecto político y se compromete ante el Rey a cumplir sus obligaciones. Yo estoy en ambas cosas. Y tengo un compromiso sin fecha con el presidente del Gobierno. Él puede decidir lo contrario, pero hasta donde yo sé, el presidente no va hacer uso de eso».

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