Miércoles, 21 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6275.
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Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde (Francis Bacon)
 MADRID
Orusco
«Siempre decía que estaba embrujado»
Los vecinos del pueblo cuentan que Menchu Valdericeda, asesinada el lunes al ser atropellada varias veces, no era la única mujer a la que el presunto asesino acosaba. Dicen que Alejandro Martínez tenía manía a toda la familia de ella y visitaba a una vidente porque creía que le habían echado mal de ojo
PABLO HERRAIZ

Día negro en Orusco. Poca gente, las tiendas cerradas, el cielo plomizo. Caras largas y miradas duras entre los allegados a la mujer asesinada el lunes, y mucha tristeza y estupefacción. El pueblo antes era un lugar alegre. Pero en estos momentos afloran los recuerdos más turbios del hombre que presuntamente mató a Menchu Valdericeda y luego se fugó: «Siempre que venía por aquí decía que ella lo tenía hechizado. Ésa era su obsesión: «'¡Me ha embrujado, esta mujer me ha embrujado!', decía todo el rato».

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Los familiares y amigos de la mujer asesinada el lunes en Orusco recuerdan la fijación que tenía Alejandro Martínez Martínez con la víctima. Una obsesión enfermiza que presuntamente le llevó a matarla atropellándola varias veces con su furgoneta de reparto.

En el pueblo todo el mundo conoce al presunto homicida, de 43 años. Él está casado y tiene tres hijos, la última una niña nacida hace pocos meses. En las calles del pueblo, de unos 1.200 habitantes, no se habla de otra cosa. El Ayuntamiento ha declarado tres días de luto oficial y ha suspendido todos los actos previstos.

Dicen que Alejandro es un tipo raro, no muy sociable, que no participa en los actos del pueblo ni es miembro de ninguna de las peñas en las fiestas patronales. Sin embargo, a casi nadie le parece un loco o alguien con más problemas de lo normal. Hasta el otro día.

Es cierto, cuentan los vecinos, que últimamente había estado bajo tratamiento psicológico. Además, dicen que en los últimos meses iba a visitar a una vidente de la calle de Alcalá porque pensaba que sufría mal de ojo.

La mañana del lunes, horas antes del homicidio, pasó por la gasolinera para llenar su depósito. Las dos o tres veces anteriores pidió un vale para pagar otro día por el combustible, y la mañana del lunes también lo hizo, aunque hasta entonces jamás había solicitado esos vales. ¿Necesitaba ahorrar dinero? ¿Planeaba algo? No se sabe si ya habría pensado en el crimen o si el atropello fue algo espontáneo, un ataque de locura.

Aquella mañana, nada hacía sospechar lo que ocurriría horas después. Adolfo Rivas, el alcalde de Orusco, recuerda que se encontró con Menchu muy poco antes del suceso: «Me crucé con ella en la puerta de la iglesia. La mujer bajó la calle y poco después él la mató. Fui uno de los últimos en verla». Rivas dice que Alejandro, al que llamaban el Montanche (igual, por cierto, que a otras personas del pueblo), no hacía mucha vida social. Tiene su tienda de comestibles (Alimentos Martínez, reza un pequeño cartel marrón) desde hace unos años, aunque antes se había dedicado a otras cosas: albañil, transportista... En la tienda trabaja con su mujer, que ha sido madre por tercera vez hace poco. El cierre está echado y no hay ninguna nota. Lo que más extraña a los vecinos es, además, que Montanche mantuviera una familia, con la obsesión que sufría por Menchu.

Pese a que nunca había habido nada entre ellos, Alejandro la acosaba, hasta el punto de que ella y su familia le habían denunciado ante la Guardia Civil en tres ocasiones durante los últimos dos o tres años. Pero Menchu no era la única acosada en el pueblo, según los vecinos.

Dicen que al menos una de las hermanas de la víctima y otra mujer de Orusco también fueron perseguidas, pero se ofuscó con Menchu. «Es que tanto ella como las hermanas son muy guapas, son mujeres que llaman la atención, y claro, él se obsesionó», recuerdan junto a la casa de los padres de la fallecida.

En el corrillo de la plaza donde viven los progenitores de la víctima rememoran, también, cómo él tenía manía a toda la familia. Una de las dos hermanas ya evitaba pasar por la calle donde está la tienda de él, aunque eso le supusiera dar un rodeo para llegar a su casa.

«Hace dos meses -cuentan- bajó por la calle a toda prisa con su furgoneta y le dio un golpe al vehículo de Gonzalo [el padre de la fallecida]. Después se puso a gritar como un loco».

La familia de Alejandro es la que también está sufriendo mucho por lo ocurrido. En el pueblo la gente les tiene aprecio y piensan que no todas las personas son iguales, que ellos son también víctimas de este terrible suceso.

Menchu, por otro lado, era una mujer a la que todos apreciaban en el pueblo. «En cuanto la conocías ya te quedabas encantado con ella, era muy buena persona», explica una amiga suya de toda la vida. La mujer se dedicaba a colaborar en el centro cultural en las actividades extraescolares de los niños, a los que enseñaba trabajos manuales.

Era también vicepresidenta de la Asociación de Mujeres, a la que pertenecía hace unos años. Una bandera con crespón negro cuelga de la ventana donde Menchu solía trabajar con los críos. En el Ayuntamiento también hay media asta. Ayer le practicaron la autopsia en Arganda del Rey. Hoy está previsto que la entierren en el cementerio del pueblo donde nació, se crió y tuvo a sus dos hijos.

Al salir de Orusco, las calles están silenciosas. Igual que los montes que rodean al pueblo, como si supieran lo que ha pasado. Desde la carretera se ven las cuevas del barranco donde antaño vivía gente, y sobreviene el recuerdo de que el Montanche se fugó y podría estar en cualquier parte.


INTENSO RASTREO

La Guardia Civil continuaba ayer la búsqueda de Alejandro Martínez Martínez, el presunto homicida de Orusco. Supuestamente, este hombre (en la fotografía de la izquierda) atropelló varias veces hasta la muerte a Menchu Valdericeda y después se dio a la fuga. Los últimos testigos lo vieron poco después del suceso por la carretera que va a Valdilecha y después cerca de Arganda del Rey.

Ayer se creía que no había llegado a pararse en esa localidad, aunque según algunos vecinos tiene allí parientes. Los agentes del Instituto Armado ampliaron ayer su radio de búsqueda para localizarlo. Huyó en una furgoneta Boxer que utilizaba para su trabajo. Ayer, la Guardia Civil utilizó un helicóptero para continuar el rastreo, y numerosas patrullas de agentes vigilaban el entorno del pueblo y las localidades cercanas a la A-3, la autopista más cercana.

A lo largo del día se especuló con la posibilidad de que estuviera en algún lugar de Castilla-La Mancha, pues la provincia de Guadalajara es limítrofe con Orusco y parte de su familia política proviene de uno de los municipios de allí. Al cierre de esta edición continuaba en busca y captura.

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