«Se trata de una elección sorprendente para Bush», admite Liz Smith, quien recuerda que la cinta tiene como trasfondo la Guerra Civil española, aunque su mayor atractivo es su capacidad fabuladora. «Tal vez sea por lo que tiene de fantasía», dice Smith.

Stephen King, ya se sabe, la eligió no sólo como su película favorita del año, sino como «el mejor filme de fantasía desde El mago de Oz», con mención especialísima para la niña Ivana Baquero, que hoy llegará a Los Angeles con la aureola de Alicia en la ciudad de las maravillas.

Maribel Verdú competirá previsiblemente con Penélope Cruz en la alfombra roja: los norteamericanos la recuerdan como la protagonista procaz de Y tú mamá también, la película mexicana que rompió fronteras, como en tiempos Como agua para chocolate y como ahora El laberinto del fauno.

En versión original, y con subtítulos, el fauno ha logrado el milagro de los 900 cines en un mercado tran privativo como el norteamericano, que se reserva el 96% de la cuota de pantalla para la cosecha propia. A estas alturas, es ya la película en español más taquillera de la historia de Estados Unidos, acechando a la multilingüe Babel (33 millones de dólares) y tres veces por delante de Clint Eastwood y sus Cartas desde Iwo Jima, en japonés (11 millones).

Pese a las seis candidaturas para los Oscar, el único lamento es precisamente no ver El laberinto del fauno (de producción mayoritariamente española, aunque representa a México) entre las cinco grandes del año, ni a Guillermo del Toro haciendo piña con su paisano Alejandro González Iñárritu frente a Clint Eastwood, Martin Scorsese y Stephen Frears.

La Sociedad Nacional de Críticos ya se anticipó y dio por sentenciada la partida: mejor película del año y no se hable más. Los 55 críticos de turno no se anduvieron con discriminaciones lingüísticas y dieron el espaldarazo definitivo en enero a una película que empezó como filme de culto y se ha terminado convirtiendo en un fenómeno de masas.

La insospechada andadura norteamericana del fauno comenzó tarde, el 29 de diciembre, cuando los Globos de Oro ya estaban volando y las papeletas de los Oscar, casi rifadas. Nueva York, Los Angeles y Chicago fueron elegidos para un estreno reducido que pronto se quedó corto.

El boca a boca se convirtió en la mejor promoción posible. El fauno saltó luego de Internet a las cabinas telefónicas y a los anuncios rodantes de los taxis. La eclosión de las 200 a las 900 pantallas se produjo a tiempo para las seis nominaciones de los Oscar, en un crescendo comparable casi al de Roberto Benigni con La vida es bella.

Por detrás, la labor no tan anónima de Picturehouse, la distribuidora que apostó por Guillermo del Toro cuando la película era todavía un embrión y que puso toda la carne en el asador de la promoción y de las nominaciones a los Oscar.

El mexicano se ha convertido en uno de los realizadores más codiciados del momento en Hollywood (la segunda parte de Hellboy está en camino). Kennet Turan, en Los Angeles Times, le considera hoy por hoy en la cima del cine fantástico, compartiendo, en todo caso, honores con Peter Jackson (El señor de los anillos) por su capacidad para combinar el deslumbramiento y la imaginería con «la profundidad psicológica de las relaciones humanas».

Del Toro, ciudadano adoptivo de Los Angeles, parte viento en popa en la categoría de mejor película de habla no inglesa. Sin la presencia inquietante de Volver, la única película en competición ya estrenada en Estados Unidos y con hechuras para hacerle sombra es la alemana La vida de los otros.