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Si no somos corresponsables del pasado, tampoco tendremos derecho a reclamarnos legítimos propietarios del futuro (Fernando Savater) |
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FUTBOL / Liga de Campeones |
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Golpe táctico y psicológico |
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EL TÉCNICO ESPAÑOL DINAMITO EL SISTEMA DEL HOLANDÉS EL AZULGRANA LAMENTO EL «BAJON» DE SU EQUIPO TRAS EL TANTO INICIAL |
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DAVID BRUNAT
BARCELONA.-
Frank Rijkaard es un excelente psicólogo de grupo. Ha sido capaz de manejar un vestuario con tremenda calidad y ha sabido mantener siempre los egos de sus futbolistas en un discreto segundo plano. Dos Ligas y una Champions avalan su gestión. La cuestión es: ¿realmente él es una pieza imprescindible de este Barça? Mucho se ha adulado la empatía y mano izquierda del holandés, pero muy poco se ha hablado acerca de lo que, sobre el papel, define a un buen entrenador de otro discreto o malo: su pericia táctica y su capacidad de reacción ante las adversidades. Ayer, Rijkaard perdió la partida. Rafa Benítez, con peores fichas, se llevó la victoria y puso en jaque al campeón de Europa. Benítez, por cierto, también es un maestro de la psicología.
Anoche, el madrileño se sabía el guión de maravilla. Los vídeos e informes del rival le habían hecho concluir que la clave para derrotar al Barça es dinamitar su centro del campo, quebrar el nexo entre la defensa y el trío atacante. «La idea era controlarlos y salir al contragolpe», admitió al término del choque. Por eso ubicó a Sissoko en la medular presionando la salida de balón azulgrana, y a Xabi Alonso como refuerzo algo más atrás. A Ronaldinho y Messi les deparó sendos marcajes al hombre. El brasileño se las tuvo que ver con Finnan, inmenso en la cobertura hacia el centro, mientras Arbeloa anuló a un Messi todavía falto de ritmo. Luego, puso a Gerrard a correr los contragolpes, aprovechando los errores de la línea de construcción azulgrana. En este aspecto, Motta estuvo sembrado.
Otro debate sería, claro está, si el fútbol de amarre y salida fulgurante al contragolpe que aplica Benítez es el ideal de fútbol al que se debe aspirar. Todo depende del paradigma en el que se crea, si en el de espectáculo y triunfos merecidos, corriente de pensamiento de Rijkaard, o en el de especulación y victorias arrebatadas, cuando no hurtadas, como el que pregona Benítez.
Los resultados de momento dan validez a la segunda escuela. El Barça, en lo que va de temporada, nunca ha sabido doblegar a un equipo que, con calidad en sus filas, le haya cedido el peso del balón. Los planteamientos de Mourinho, Capello, Sánchez Flores y ahora Benítez lo demuestran. Es en esas situaciones cuando la aureola de Rijkaard pierde resplandor y su capacidad como estadista entra en cuarentena. Cada vez son más los rivales que descubren los secretos de su famoso 4-3-3. Seguramente porque apenas lo ha modificado en tres años y el invento comienza a quedar obsoleto.
Rijkaard, consciente de que está jugueteando con el precipicio, se mostró alicaído al final del encuentro. Justificó que su equipo sufrió un «bajón de intensidad a partir de los minutos 23 y 24», y que ese «era el momento para apretar un poco más y marcar la diferencia». Cuando el Liverpool marcó los dos goles, el primero en un fallo en el que Valdés admitió que el balón se le «escurrió» y el segundo en un error garrafal de Márquez, Rijkaard intentó darle dinamismo al juego ante el hormigón que plantó Benítez. Todo en balde. «Sus cambios nos han creado problemas entre líneas y hemos tenido que reajustar el centro del campo», afirmó el técnico red.
Xabi Alonso reconoció que su equipo tuvo «las ideas claras» y supo «cómo jugarles, esperando atrás». Todos los jugadores españoles del Liverpool, sin embargo, recordaron que la «calidad» del Barça invita a la «prudencia». Entre tanto Rijkaard, a falta de mejores argumentos, se lanzó a la psicología: «La situación es complicada, pero la vida pinta mucho mejor cuando eres optimista».
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