RADOMIR ANTIC
El nerviosismo se ha instalado en la entidad azulgrana y los jugadores lo transmitieron ayer sobre el césped del Camp Nou. El Barcelona pudo solventar la eliminatoria frente al Liverpool y pagó las prisas con una dolorosa derrota, que hace muy complicada su visita a Anfield Road y su pase a los cuartos de final de la Champions League. Las urgencias nunca son buenas; menos aún si van contra la filosofía de juego y el talento que se le presupone al conjunto de Frank Rijkaard. En las últimas fechas ha carecido de algo muy importante, la frescura en la circulación del balón, perdiendo autoridad en la construcción, en esa fase del juego donde vivía tiempos gloriosos. Ayer el nerviosismo se impuso sobre la apacible tranquilidad.
Pero lo que más sorprende es que el técnico azulgrana se agarrara ayer a la figura de Leo Messi, un jugador que ha estado más de dos meses lesionado y que ayer disputó la totalidad del encuentro después de un largo tiempo de inactividad. El Liverpool, sin hacer nada especial, supo castigar los nervios del Barcelona mientras algunos jugadores azulgrana se mostraron complacientes con el rival, caso de Belletti o Márquez. El defensor brasileño no acertó a cubrir bien el segundo palo en el gol de Bellamy, mientras que el central mexicano ha mostrado su peor cara en los últimos encuentros. Es evidente que al Barcelona le restan otros 90 minutos, pero su peor rival es él mismo.
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