Era lo que le faltaba al técnico italiano para aumentar la legión de críticos que han olvidado ya el supuesto consenso que se organizó cuando Ramón Calderón decidió ficharle. De Capello siempre se destacó su capacidad de mando, su militarismo, el orden y la disciplina de sus equipos, que eran tan aburridos como contemplar un ladrillo durante cinco horas, pero que al menos ganaban. Ahora, el Madrid aburre, no siempre triunfa y sufre actos de indisciplina como el que protagonizó Emerson ante el Bayern Múnich.

El martes, Capello partió de un error de base cuando llegó al minuto 84 con un cambio pendiente. Pensó que ya había hecho las tres sustituciones y tuvo que ser uno de sus colaboradores, Toni Grande, quien le recordara que, ante la avalancha de los alemanes, había que maniobrar y utilizando a algún integrante del banquillo. Capello salió de su nirvana particular, cayó en que sólo había relevado a dos jugadores y se dirigió hacia Emerson, su protegido, sí, ese que iba a ser indiscutible y que ha acabado por convertirse en diana de la indignación del Santiago Bernabéu. Y llegó la sorpresa, cuando el jugador decidió imitar a Eto'o en el Reyno de Navarra.

Emerson, que no había calentado junto al resto de compañeros del banquillo y que dialogaba tranquilamente con Roberto Carlos, dijo que no salía, que pasaba de la película. El italiano gritó: «Puma, sal, vamos Emer», pero ante la negativa del brasileño miró hacia otro lado, como diciendo que ya lo da todo por imposible, desistió de hacer un cambio más y cuatro minutos después sufrió el segundo gol del Bayern Múnich, el de Van Bommel, el que complica la eliminatoria. El Real Madrid sólo hizo dos cambios y murió asfixiado.

A pesar de las evidencias, Roberto Carlos, que estaba al lado de Emerson, negó, ayer, en rueda de prensa, que su compañero no qusiera jugar. El lateral apeló al compañerismo, pero faltó a la verdad. También el entorno de Emerson negó que se negara salir a calentar. Pero Fabio Capello no va a olvidar este incidente y, si ejerce como el sargento que ha sido durante toda su vida, Emerson no jugará ante el Atlético.

Este nuevo suceso era lo que le faltaba al técnico italiano para perder parte de la poca credibilidad que le quedaba ante los dirigentes del club blanco, que llevan ya varias semanas redactando un manual de agravios para convencer a Calderón de que acabe con la pesadilla y rescinda el contrato del hombre calificado como Dios el mes de agosto.

Precisamente, Emerson, por culpa de su flojo rendimiento, ha sido uno de los protagonistas involuntarios del descrédito del entrenador elegido por Calderón para ir a La Cibeles un par de veces. El centrocampista fue titular contra viento, marea y lógica durante varios meses, pese a que el Bernabéu le sentenció por su escasa aportación. Y la animadversión creció cuando se conoció que cobra seis millones de euros.

Una de las razones que provocó la mayuscula indignación de Capello con Pedja Mijatovic el día antes del partido fue que el director deportivo le hiciera ver que quizás era conveniente dejar fuera a Emerson y dar entrada a los jóvenes. El italiano se enfureció, pero pasadas las horas, decidió dejar a Emerson en el banquillo. Y el brasileño ya sabe que está sentenciado y prepara su futuro lejos del Bernabéu. No le motiva jugar vestido de blanco. Y menos durante seis minutos.

En el minuto 84 del partido, Capello, aleccionado por Toni Grande, decide hacer un cambio para frenar el acoso del Bayern. El italiano se acuerda de Emerson y al grito de «'Puma', sal» le ordena que realice ejercicios de calentamiento. Grande también insiste.

Emerson, sentado en la última fila del banquillo junto a Roberto Carlos, se niega a salir, lo que provoca las miradas de asombro de sus compañeros. Capello realiza un gesto de desprecio, se da media vuelta y continúa viendo el partido.