Mariano Fernández Bermejo se estrenó en el Parlamento poniendo en duda la legitimidad de la actual composición del Consejo General del Poder Judicial y enfrentado con los escaños de la derecha.

Los populares le llamaron «sectario», «arrogante», «prepotente», «radical», «mal fiscal», «incompetente», «hooligan», «ministro de la provocación, el insulto, la arrogancia, la vanidad y la soberbia» y hasta psicópata.

Él respondió sin calificativos, pero con una ironía ácida en la que incluyó referencias a supuestos vínculos de Zaplana con la corrupción urbanística; al desconocimiento del Derecho de Acebes; a las ausencias reiteradas del diputado Michavila; al insólito apoyo del PP a una manifestación contra el Tribunal Supremo y, sobre todo, con una descalificación de la actual composición del CGPJ.

Su intervención fue interrumpida varias veces con pateos y gritos como «¡qué vergüenza!», procedentes de la bancada popular y todo terminó con los socialistas aplaudiendo de pie a la nueva estrella que ha llegado al Parlamento.

La tesis de Mariano Fernández Bermejo es que el CGPJ, conformado en la anterior legislatura, terminó su mandato de cinco años hace meses, y como el PP bloquea su renovación para no trasladar la actual mayoría parlamentaria, carece ya de legitimidad en su composición.

Su frase textual fue: «Nunca me oirá usted decir que una institución del Estado carece de legitimidad, pero me va a oír decir muchas veces que la actual composición de este Consejo carece de legitimidad. ¿Y sabe por qué? Porque ha cumplido el plazo de cinco años que la Constitución establece y porque la Cámara que le vio nacer no tiene ya esta composición y, en consecuencia, tenemos que hacer un esfuerzo por ofrecer una renovación».

«Ha transcurrido el plazo y esta Cámara ha cambiado. ¿Se imagina a un Parlamento que pretenda seguir legislando una vez que ha concluido la legislatura o a un Gobierno que, una vez que ha perdido las elecciones, pretenda seguir nombrando magistrados del Constitucional?», añadió.

El recibimiento del PP al nuevo ministro de Justicia incluía una ráfaga de siete preguntas de siete diputados, formuladas y respondidas en 35 minutos. Cómo sólo lleva 10 días en el Ministerio no ha habido tiempo para preguntarle por su gestión, pero sí para acosarle con declaraciones suyas de los últimos años, cuando era fiscal jefe de Madrid.

Por ejemplo, la de que combatió a los padres de los del PP; la que calificaba de «hipocresía» el proceso de los GAL; las referidas al terrorismo, y las que terminaron en una querella contra el entonces ministro de Justicia, José María Michavila. Este último, hoy diputado de la oposición, quiso arreglar ayer cuentas pendientes y se encontró con que, en su primera intervención en tres años de legislatura, se le recordó, precisamente, que ha recibido el galardón de diputado ausente, por ostentar el récord de absentismo parlamentario.

En las preguntas, además de la citada catarata de calificativos, los del PP incluyeron expresiones como: «Usted sigue repartiendo mandobles»; «está empeñado en abrir sectarismos que impidieron la convivencia para pelearse con sus fantasmas familiares»; «el talante de Zapatero es el señor Bermejo»; «usted ha venido aquí a acabar con los consensos»; «un presidente del Gobierno irresponsable e incompetente como usted ha permitido que sea ministro de Justicia y eso es una vergüenza»; «es bochornoso ir con los guantes de boxeo a dar puñetazos a la oposición»; «el carnaval lo monta usted», y «no confunda el escaño con el diván, ni al señor Marín con el psiquiatra».

Él no se amilanó y respondió con otras como: «Les agradezco el recibimiento amable que me han dispensado y, sobre todo, que no me hayan acusado también de ser el responsable del calentamiento global o del Big Bang»; «entiendo que quizás usted [por Zaplana] de ordenación del territorio y de ladrillos me pueda dar lecciones, pero no las acepto en el ámbito del Derecho»; «es un honor ser el talante del señor Zapatero»; «el Gobierno del PP abusó del poder y me persiguió como funcionario», y «gracias por sus palabras, ejemplo de moderación, de saber hacer parlamentario, de educación».

Es decir, que entre el ministro y los diputados del PP, parece garantizado el espectáculo parlamentario para los próximos meses, con un Manuel Marín desesperado que apenas pudo ayer parar los gritos y pateos. De lo de los padres de los del PP explicó que se refería a la lucha contra el franquismo y lo de la «hipocresía» del proceso de los GAL señaló que no era por la actuación judicial, sino por «las reacciones que evidenciaban en la sociedad la enorme fractura ética que los hechos produjeron».

Según dijo, se refería a «las reacciones sociales a aquel caso, porque muchos parecieron condescendientes y complacientes y a quienes jamás les importó el terrorismo de Estado o lo habían jaleado desde los medios, pidiendo más dureza y el uso de cualquier medio, de repente, en una especie de conversión paulina, se transforman en grandes inquisidores y defensores del Estado de Derecho». No precisó más.