Jueves, 22 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6276.
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 ESPAÑA
LA GRADA DE LOS LEONES
Cacería del jabalí rojo
Por RAUL DEL POZO

Zapatero llevaba a su lado, al modo de alcalde que da el bracete a la reina de la vendimia, a su ministro de Justicia. Pero bambi traía a un jabalí rojo. El PP se puso las polainas de ante y sacó la escopeta de cachas de plata para organizar un rececho de hasta siete cazadores. El presidente llegó con un Largo Caballero más bien corto, pero que chapó, en su día, a Mariano Rubio, que firmaba los billetes. Zapatero se sentó en el banco azul y expresó en nombre del Gobierno la condolencia a la familia de la soldado Idoia. Intervino Duran Lleida y, después, Mariano Rajoy clamó en desierto de terciopelo sobre la inenarrable aventura del barco a la deriva, tópico que usó para definir al Gobierno. «Nadie le hace caso, ni Senegal ni Mauritania ni Cabo Verde. Su política interior es un desbarajuste total donde los policías españoles sufren un trato vejatorio».

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Después de una intervención del diputado Agustí Cerdà (ERC) interesándose por las naranjas sin recoger, en el suelo y aun en el árbol, doliéndose de los que tantos años contribuyeron a llenar las arcas del Estado con exportaciones de cítricos que ven ahora cómo el Estado les abandona sometiéndose al fatídico pagar y callar, empezó la batida. Las cariátides enrojecieron y un clamor de pateos, gritos, un aire de Duma y paredón se apoderó de la tarde. ¿Quién era ese fiscal de una izquierda arcaizante, irónico, pequeño Andrei Vishinsky, que provocaba que siete diputados del PP, siete, organizaran un rececho parlamentario, disputaran un trofeo y buscaran los colmillos de la presa? El jabalí rojo se llama Mariano Fernández Bermejo.

El primero en disparar fue Acebes: «¿Va a iniciar», le preguntó, «el proceso de ilegalización del Partido Comunista de las Tierras Vascas?». Bermejo, con empaque bolchevique, contestó: «Voy a adoptar todas las medidas legales para la ilegalización de cualquier partido que tenga conexión con Batasuna» (Aplausos). Acebes, con el gatillo de repetición, le dijo que ha sido nombrado para reabrirle la puerta de los ayuntamientos a Batasuna. Bermejo, escarbando, pero sin sangre en el morro, replicó: «Fueron ustedes los que legalizaron el PCTV». Zaplana le lanzó un atinado disparo; el ministro contraatacó: «Entiendo que usted de ladrillo pueda darme lecciones, pero de Justicia no». Alicia Sánchez Camacho, diputada por Barcelona, parlamentaria con garra y coraje, aunque tenga nombre de ganadera de reses bravas, acusó a Bermejo de intentar acabar con los consensos de la transición y con el pacto por las libertades. Michavila le dio la bienvenida, pero describió la intervención del ministro como bochornosa e impropia de un ministro de Justicia, que es el notario mayor del Reino. «No puede un ministro ir con los guantes de boxeo y dar puñetazos a la oposición», comentó. Eso se la sudó a Bermejo, que definió a Michavila como el «diputado ausente». Garre López consideró que el anterior ministro ha dejado el Ministerio para ir a Canarias, pero el Carnaval lo montó en el Congreso. La diputada María Dolores Nadal le llamó hooligan y Jorge Fernández le recordó su definición del GAL: una hipocresía colectiva.

Bermejo viene del latín vermiculum y significa pequeño gusano parecido a la chinchilla púrpura, aunque el tinte para las togas no se sacaba de un gusano, sino de un molusco. Ayer Bermejo se vistió con la toga de púrpura que necesitaba Zapatero para despertar a sus votantes en vísperas electorales. Michavila, uno de los siete, me resumió así la tarde: «ZP se equivocó nombrando como ministro de Justicia a un mamporrero».

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