LUIGI BENEDICTO BORGES
Qué es capaz de hacer una chica para conseguir un collar de plástico? En cualquier contexto, no mucho. En The Bourbon Café, donde anteayer se celebró el Mardi Gras, bastante más de lo que la gente de mente pecaminosa pueda imaginar. Porque el Mardi Gras es el «Martes Grande» del Carnaval de Nueva Orleáns, donde las chicas enseñan los pechos para conseguir collares multicolores.
Kim acudió a la fiesta. Es estadounidense, risueña y con cara de niña buena, lo que en su país se denomina «la chica de la puerta de al lado». No hablaba nada de español. Cuando entró y se enteró de que el premio a quién recolectara más collares era un viaje a Nueva Orleáns, comenzó a enseñar sus pechos. Llevaba un top rojo que, en un principio, se bajaba tímidamente para mostrar sus senos. Luego decía «gracias» dulcemente al donante, que había conseguido los abalorios al pagar la entrada. Cuando avanzó la noche y recibir un collar era más complicado, Kim aceptaba morrearse con cualquiera que le entregara su alhaja. Conforme corría el alcohol, su cuerpo se devaluó igual que el precio de las cuencas. Cerca de 50 chicos se fueron a casa con una foto (de cámara digital o móvil) donde su lengua posa ante el objetivo junto a los pezones de Kim.
Los primeros a los que besó no dejaron de mirarla desconsolados lo que quedó de noche. Kim acudió con dos amigas canadientes, Jesse y James. Una, tímida ella, sólo enseñó los pechos una decena de veces. La otra, que de cintura para arriba sólo vestía un chaleco que se abría con facilidad, sí se quedó con el primer chico al que besó.
Las españolas que se atrevieron a lucir palmito se retiraron pronto de la competición. María, de Barcelona, con su traje verde que quedó desvarado por el escote, y Susana, del País Vasco, con una oveja decorando sus senos, no fueron competencia para Crystal, modelo neoyorquina. A ella le costó subir al escenario. Luego no se bajó de él. A su lado, el stripper masculino contratado por los organizadores se ruborizó. Crystal enseñó cada uno de los piercings que tenía alojados en sus partes íntimas a un enfervorizado público (mayoritariamente masculino) que tuvo que ser frenado varias veces por los de seguridad para que dejaran de tocarla.
Por sorpresa, la modelo que lucía un body-painting lila, dorado y verde, los colores del Mardi Gras, pasó desapercibida. Fue porque no accedió a lamer sensualmente las zonas erógenas de su rival, como hizo Kim a Crystal, para ganar ese premio que al final a nadie le importaba.
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