I. H. V.. Corresponsal
ROMA.-
Desde su nacimiento, hace tan solo nueve meses, el Gobierno de Romano Prodi siempre se ha mantenido en pie haciendo equilibrios en la cuerda floja. Los numerosos partidos que componen la coalición de centro izquierda que lidera Il Professore, y en la que conviven desde centristas de corte democristiano hasta comunistas de la vieja guardia que se aferran a la hoz y el martillo, no sólo mantienen diferencias ideológicas importantes, sino que en algunos casos resultan incluso irreconciliables.
La ampliación de la base estadounidense de Vicenza, la misión italiana en Afganistán, el reconocimiento legal de las parejas de hecho, la reforma del sistema de pensiones, el tren de alta velocidad y la posibilidad de legalizar la eutanasia son algunas de las cuestiones que han provocado enfrentamientos entre la izquierda más edulcorada y la más radical que conviven en el Gobierno italiano.
Pero, por encima de todo, el gran punto de discrepancia se llama Estados Unidos. Para la izquierda italiana más extremista los yanquis siguen siendo la gran bestia negra, mientras que el sector más moderado hace ya tiempo que hizo las paces con el tío Sam. Esas diferencias se hicieron ampliamente evidentes el pasado fin de semana, durante la multitudinaria manifestación celebrada en Vicenza en contra de la ampliación de la base militar estadounidense en esa localidad, y en la que ondearon las banderas de numerosos partidos pertenecientes al Gobierno.
Hasta dos ministros anunciaron su participación en la marcha, aunque en el último momento decidieron no acudir a la misma tras ser severamente amonestados por Prodi. «El Gobierno no se manifiesta contra sí mismo», les advirtió el primer ministro italiano.
Ya en 1998, cuando el anterior Gobierno de izquierda presidido por Romano Prodi se fue a pique, lo hizo en gran medida por las desavenencias en materia de política internacional entre moderados y radicales. En aquella ocasión los que rompieron la baraja fueron Refundación Comunista y Los Verdes, que votaron en contra de una moción del Gobierno que pretendía el envío de tropas militares a Albania, y contra los Presupuestos de 1999, haciendo caer al Ejecutivo. Esta vez, sin embargo, los graves desacuerdos ideológicos no son el único aprieto por el que ha pasado el Ejecutivo de Il Professore. Además, el Gobierno de Prodi siempre se ha visto marcado por la pírrica mayoría de tan sólo 49.000 votos con la que, en contra de lo que vaticinaban las encuestas, en las elecciones generales de abril pasado se impuso a la coalición de centro derecha capitaneada por Silvio Berlusconi, así como por las acusaciones de fraude con las que Il Cavaliere siempre ha contestado su victoria. Y a eso hay que sumar la endiablada nueva ley electoral aprobada por el Ejecutivo de Berlusconi poco antes de abandonar el poder, y que ha terminado por sentenciar a muerte al Gobierno de Prodi. Dicha ley ha dado al Gobierno una holgada mayoría en la Cámara de los Diputados, pero se lo ha puesto difícil en el Senado, donde Prodi y sus muchachos tan sólo cuentan con un voto más que la oposición, quedando en manos de los siete senadores vitalicios.
A la vista de todos esos factores, hace ya tiempo que los analistas sentenciaron que el Gobierno de Il Professore se asentaba sobre una bomba de relojería. Y esa bomba estalló ayer.
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