RUBÉN AMON. Corresponsal
PARIS.-
Ségolène Royal ha recuperado el maillot amarillo en el tour presidencial. Mérito de su intervención televisiva del lunes, sobre todo porque el debate en directo, y sin preguntas pactadas, ante 8,9 millones de espectadores, le permitió desmarcarse del acartonamiento y perfil artificial al que la habían condenado sus compañeros de partido.
La prueba está en que los franceses le han devuelto la confianza gracias a su imagen cercana, sensible y hasta maternal. Un sondeo publicado ayer en Le Parisien demostraba que la aspirante socialista se impondría a su rival Nicolas Sarkozy, en la primera vuelta, con dos puntos de diferencia.
La misma encuesta concede la victoria al candidato conservador en el segundo turno, pero únicamente lo hace con dos puntos de distancia. Muy pocos, considerando que ambos candidatos mantenían una separación de 10 escalones en un sondeo el 15 de febrero.
Las claves de este repunte podrían leerse ayer en un artículo de Laurent Joffrin, director de Libération y testigo de una batalla electoral, cuyo primer envite comienza dentro de dos meses. «Ségolène ha vuelto a ser Ségolène [...] No se puede bailar el rock con los elefantes», decía el periodista francés, en alusión a una ruptura con el viejo orden que Royal ha vuelto a plantear después de muchos titubeos.
Ahora vuelve a sentirse fuerte y a incomodar a las filas del partido gubernamental (UMP). De otro modo, Sarkozy hubiera eludido mencionarla en el diario Le Parisien: «Sólo puedo decir que la compasión no es una política y que la imprecisión no es una estrategia».
La aspirante al Elíseo recupera el optimismo, pero tiene pendiente reparar las fisuras que se le han abierto en el flanco económico. Eric Besson, asesor del programa financiero, presentó su dimisión la pasada semana. Ayer, hizo oficial la noticia y deploró que no se hubieran dado respuestas claras al modo en que iban a afrontarse las subidas de las pensiones y el aumento del salario mínimo dentro del programa a la carta anunciado por la candidata.
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